«Deberíamos haber aprendido que el riesgo más peligroso de instalarse en la mentira no es el autoengaño, sino la negación. Es una especie de síndrome que trasciende el monótono choque con la realidad para alcanzar una práctica rutinaria: digerir lo que negamos y convertirlo en una nueva forma de ver el mundo. Porque la negación no es estática: es un impulso combativo y poderoso que exige esfuerzo y perseverancia para esconder la verdad y construir una nueva, que además se pretende mejor.»
Bruma (El País, 7 de octubre de 2018)