«Pero si unos se acogieron a la prudencia y a una presunta generosidad política para justificar su abandono del tren, los que se apearon por el otro lado del convoy apelaron a la pureza y a la coherencia, aderezada con unas gotas de presunta inocencia. En el momento en que la realidad se encargó de dejar patente que no había forma de cumplir con semejantes promesas, entre otras razones porque no había ruta posible que permitiera llegar a un destino completamente imaginario, se dedicaron a descalificar, por traidores, a quienes habían renunciado a continuar con la travesía.»
Apearse del tren (El País, 21 de octubre de 2018)