«El peligro que acecha ahora a Cataluña es que la rebelión interminable termine generando una división también interminable, entre las dos Cataluñas enfrentadas, casi al 50 por ciento, en una deriva claramente identitaria, ajena a la historia del catalanismo y promesa de una segura decadencia para un país que se había caracterizado por su capacidad de integración de los recién llegados, la convivencia entre las dos lenguas habladas por sus habitantes y la identificación entre su apego al autogobierno y la democracia española. Quien más sufrirá los efectos de esta Cataluña dividida será la capital, Barcelona, vanguardia del cosmopolitismo y de la multiculturalidad, ahora asediada por un independentismo fuertemente asentado en la profundidad del territorio y a la espera de intentar el asalto final a la alcaldía de la capital en las elecciones municipales.»
Paisaje catalán con rebelión al fondo (El País, 29 de octubre de 2018)