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«Asistimos a la extraña europeización de un antieuropeísmo que ha cambiado la lucha ideológica por la sacralización del territorio y la identidad. Y existe el riesgo de que estos sátrapas cultivadores de la autosatisfacción emocional acaben coordinándose mejor que las tradicionales familias proeuropeas. Mientras estas siguen dibujando líneas en la arena en plena tempestad, los nuevos populistas introducen en la ciudad su caballo de Troya y es mejor que no nos engañemos: finiquitar la Unión tendría consecuencias nefastas (¡bien lo saben ya los brexiters!). Juegan a desactivarla, a inducirle el coma, a convertirla en un mero órgano funcionarial e interestatal que consagre las identidades nacionales; a demoler, en fin, la idea de Europa como casa común.»

Líneas en la arena (El País, 1 de septiembre de 2018)