«No hay ninguna garantía de que los que agitan estos elementos propios del nacional-populismo —euroescepticismo, alarmismo antiinmigración, polarización, acoso mediático— acaben siendo quienes se beneficien de su emergencia. Si alguien consigue conectarlos con elementos preexistentes como el desengaño por las recetas económicas de Europa, la desconfianza en los políticos y partidos, la lejanía del poder de Bruselas, o la frustración por una normalizada precariedad laboral y vital, podemos estar a meses de un despegue político del nacionalismo antieuropeo. No somos tan distintos de Italia.»
Ráfagas antieuropeas (El País, 24 de agosto de 2018)