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«Denunciar la venta de armas a países mediadores de guerras cruentas es una cuestión de justicia. Pero sin trampas discriminatorias e hipócritas. Las víctimas del horror y los que se juegan la vida por combatirlo no se merecen el capricho de una sociedad privilegiada que juega con el odio según sopla el viento de sus intereses.La tolerancia, el pluralismo y la empatía son las mejores armas contra el fanatismo. El 17-A nos escatimamos un abrazo. Nunca es tarde.»

El abrazo que no nos dimos. (El País, 14 de agosto de 2018)