Hoy la actitud del ex-presidente de la Generalitat es un motivo de vergüenza incluso para muchas personas independentistas, que no han huido de la justicia y que ven con preocupación el daño que se está haciendo al prestigio de nuestras instituciones
Federalistes d’Esquerres exige a Carles Puigdemont que deje de secuestrar la Generalitat, la institución de toda la ciudadanía de Cataluña. La publicación de un cartel donde junto al nombre de nuestra institución (la de todas y todos) aparece debajo el subtítulo de «Gobierno de la República» (el proyecto de una parte, minoritaria, de la sociedad) es el el último episodio de un proceso de apropiación inaceptable de aquello que es colectivo.
La actual institución de la Generalidad de Cataluña (reintroducida por la Segunda República y aniquilada por el franquismo) es fruto de la restauración negociada por el Presidente Josep Tarradellas en 1977 con el apoyo de todas las fuerzas políticas catalanas, después de años de lucha en la que participaron miles de personas, entre ellas muchas venidas de otras tierras de España. Esta restauración se consolidó con la Constitución y el Estatuto, en virtud de las cuales Cataluña forma parte de una democracia y un estado de derecho con división de poderes, con un autogobierno que elige a sus representantes en el Parlamento de Cataluña, que a su vez elige un ejecutivo serio con competencias muy importantes que le debe rendir cuentas dentro de la legalidad que nos protege. Nadie está por encima de la ley.
Es necesario recordar que Puigdemont nunca ha ganado unas elecciones catalanas. Fue elegido presidente, dentro de la legalidad (aunque ya con la intención declarada entonces de saltársela), tras una negociación in extremis, aunque en ningún momento se presentó ante la ciudadanía como candidato a la presidencia. En las últimas elecciones del 21D, por primera vez, encabezaba una candidatura, que fue la segunda en número de votos, muy poco por encima de la tercera. El único argumento que utiliza el Sr. Puigdemont para reclamar para él la presidencia (y quererla ejercer desde la distancia después de haberse saltado la legalidad y no querer dar explicaciones a la justicia por haberlo hecho) es que la aplicación del artículo 155 de la Constitución es ilegítima, y que él era el presidente cuando ésta se desencadenó. Pero olvida que esta aplicación se produjo precisamente por su comportamiento irresponsable, cuando tenía en sus manos haberlo evitado y sabía perfectamente a que se exponía.
Hoy la actitud del ex-presidente de la Generalitat es un motivo de vergüenza incluso para muchas personas independentistas, que no han huido de la justicia y que ven con preocupación el daño que se está haciendo al prestigio de nuestras instituciones. Si hoy hay una mayoría clara en Cataluña es la de aquellas personas (federalistas, anti-independentistas e incluso independentistas de ERC y de dentro del propio PdeCat) que están de acuerdo que Puigdemont debería dejar de hacer el papel de un triste payaso en Flandes, ponerse a disposición de la justicia y dejar que Cataluña recupere el funcionamiento normal de su autogobierno y el prestigio de sus instituciones. Basta de payasadas en nombre de lo que es de todos.
Editorial Federalistes d’Esquerres, 14 de enero de 2018