Sr. Presidente Puigdemont,
hemos visto con mucha preocupación, que los mensajes intercambiados entre la Presidencia de la Generalitat y la Presidencia del Gobierno central a pesar de utilizar la palabra diálogo, no han puesto en marcha ningún intento serio de intercambiar razones y de propuestas. Y los propósitos e iniciativas que han emprendido diversos colectivos, cargados de buena intención, que han querido promover mediaciones y buenos oficios, han quedado enterrados bajo las voces de los que piden una alternativa radical y excluyente.
Manifestaciones numerosas, artículos de prensa, las opiniones de los consellers … todo esto puede haberle hecho creer, Sr. Presidente, que hay un clamor unánime que le empuja adelante, hacia el choque frontal con el Gobierno central. Pero no se equivoque: medio millón de manifestantes en las calles de Barcelona no pueden sustituir la realidad de los siete millones y medio de catalanes; ni siquiera igualan a los más de dos millones que votaron el día 1º de octubre.
La nación es mucho más que las voces que se hacen sentir. Usted es presidente de todos los catalanes, no sólo de los que se han manifestado. Piense en todos ellos: el debate parlamentario anunciado para los próximos días es la mejor ocasión para materializar una mayoría política y social aún más amplia, que evite que nuestra sociedad se adentre en un paisaje de empobrecimiento, de enfrentamientos internos y externos y en la pérdida del autogobierno que tantos esfuerzos costó conquistar.
Estamos en una cuenta atrás: en unos pocos días la Generalitat pasará a estar dirigida desde el gobierno central. Esto abrirá un periodo de duración desconocida, en el que Cataluña dejará de autogobernarse. Las consecuencias que esto producirá son aún desconocidas, pero es evidente que sólo pueden provocar dolor y sufrimiento inútil.
El buen nombre de Cataluña y de Barcelona en todo el mundo ya se han visto comprometidos, y hay que temer que esto se intensifique: a las deslocalizaciones empresariales ya conocidas, hay ahora que añadir la reducción de reservas hoteleras o el descenso de la asistencia a espectáculos, restaurantes, cines, e incluso al comercio general.
Y, finalmente, el endurecimiento del clima político general que se producirá hace previsible que todo intento de reforma política, de mejora en la financiación de las administraciones o de superación de la crisis vivida en los últimos años, tendrán un impacto muy limitado o, aún peor, quedarán en suspenso.
Señor Presidente, tiene una gran oportunidad en sus manos para mantener el autogobierno de Cataluña, si convoca elecciones y abre un debate ciudadano fructífero que no excluya ninguna de las opciones políticas que pueden dar salida a la defensa de los intereses de todos los catalanes y catalanas. Es la hora de pensar, debatir y llegar a acuerdos amplios y duraderos. La responsabilidad histórica es suya, pero las consecuencias ya son y serán para toda la sociedad catalana.
Deseando que pueda tener en cuenta nuestras posiciones.
Barcelona, 25 de octubre de 2017