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Catalunya lleva dos años gobernada por un entramado político-civil solo en parte legitimado por las urnas: una alianza circunstancial entre la derecha nacionalista y la izquierda republicana, una fuerza antisistema y dos lobis privados –registrados como grupos de interés– cuyos líderes campan a sus anchas por el Palau de la Generalitat. Ya sin pudor alguno, los medios públicos se erigen en canales temáticos de la agitación. Catalunya vive, de facto, en estado de excepción. Pero la eterna escapada toca a su fin. “El final de la escapada” (El Periodico, 14 de octubre de 2017)