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El gobierno de Puigdemont y el gobierno de Rajoy tienen un interés compartido: que no aparezca un movimiento político y social, de amplia base, que plantee claramente cómo avanzar hacia una reforma política en profundidad

El ‘proceso’ conducido por el gobierno Mas, primero, y ahora por Puigdemont, está consistiendo en una sistemática desviación de la atención de los ciudadanos, de las fuerzas políticas y los medios de comunicación. En lugar de hablar de lo que se quiere decir, se habla de una cuestión que está justo al lado, que se le parece, pero que no es la misma.

En lugar de separatismo, se dice soberanismo; en lugar de secesión, se habla de un supuesto derecho a decidir; en lugar de discutir sobre la cuestión de fondo (¿qué identidad política y jurídica para Cataluña en la era de la globalización?), la inacabable discusión reglamentaria sobre el procedimiento (el referéndum, las urnas y las instrucciones a los Mossos); y podríamos seguir.

Y este terreno de discusión es cómodo por el gobierno de Junts Pel Sí, porque le permite evadir dar detalles sobre su modelo futuro para el país; pero es también cómodo, ¡y de qué manera!, para el gobierno Rajoy. El gobierno central se puede refugiar en los argumentos jurídicos, en las infracciones de la legalidad, en la falta de competencias o en los detalles de la ley de Presupuestos de la Generalitat; y todo esto le va bien, porque le permite esquivar sus responsabilidades, tanto de pasado (sin las acciones partidistas e irresponsables del PP contra el Estatuto de 2006 no estaríamos donde estamos ahora) como de futuro: ¿Cómo abordar y resolver el gravísimo problema hoy en curso? ¿Cómo ofrecer un proyecto de futuro, que pueda ser ampliamente compartido y que pueda dar respuesta, al menos, a buena parte de las reclamaciones de la sociedad catalana, incluyendo los partidarios de la independencia? La pasividad política del PP, el dejar pudrirse la situación sin proponer vías de salida, es una estrategia política deliberada.

Esto es temible: esta dinámica, que es conveniente para ambos gobiernos, tiene por objetivo dejar sin espacio y sin aire la idea de una alternativa. Este es su interés compartido: que no aparezca un movimiento político y social, de amplia base, que plantee claramente cómo avanzar hacia una reforma política en profundidad de las Españas, que no puede ser otra que completar su federalización. Por ello, los grupos y las fuerzas federalistas debemos reforzarnos, aumentar nuestra visibilidad y coordinar nuestras iniciativas. Los núcleos federalistas que ya existen o que se están creando (en Andalucía, en Aragón, y pronto en Galicia, el País Vasco o en Valencia) tenemos la responsabilidad de definir mejor nuestra propuesta, y de continuar arrastrando la toma de posición de fuerzas políticas y sindicales, como estamos viendo en los últimos días.

Junts Pel Sí y el PP están encantados de vivir en la impostura del «proceso»; en frente de esto, sólo la propuesta federal permite construir soluciones reales, en la dirección del auto-gobierno, el reconocimiento, la cooperación institucional y la solidaridad. Ante la solidaridad entre los nacionalistas (que llevan banderas diferentes, ¡pero qué importa!), La única alternativa es la propuesta federal.

Editorial de Federalistas de Izquierdas, 1 de agosto de 2017