Toda solución nacional está condenada a fracasar ante la mundialización del riesgo. Nuestro estatismo metodológico es en parte responsable de la incapacidad de los Gobiernos para dar respuesta a problemas complejos. Y sin embargo, sigue viéndose como la imprescindible coraza protectora frente a los nuevos temores e incertidumbres, también globalizados. Persistimos en aminorarlos cobijándonos bajo un manto que ya no nos protege. Sorprende por ello esta nueva oferta política que reclama un retorno a una comunidad añorada y segura. La dicotomía dentro / fuera, nosotros / ellos, lo propio / lo ajeno, ya no puede encarar riesgos que exigen una lógica interdependiente.
«La sociedad del riesgo» (El País, 20 de mayo de 2017)