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De momento, tal como están las cosas, ninguno de los dos bandos tiene suficiente fuerza para imponer democráticamente su criterio. Ambos pretenden solucionar el pleito nacional catalán por vías políticamente bastardas: judicial (Estado) o ilegal (Generalitat). Hay que recordar, sin embargo, que el destino abisal no es el único posible. La vía pactada para iniciar una reforma que dé salida a las aspiraciones de la mayoría de la sociedad catalana no es un camino de rosas, pero es camino. «Fervor» (La Vanguardia, 19 de abril de 2017)