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La paradoja es que mientras la corrupción de Convergència desfila por los tribunales, sus protagonistas aún tienen el poder suficiente para castigar a quienes informan sobre sus tropelías. La paradoja es que una coalición que promete un país independiente y libre, coarte la independencia y la libertad de los periodistas de los medios públicos. Pero el uso patrimonial de la televisión y la radio que deberían estar al servicio de todos viene de lejos. Y la última y gran paradoja es que el mismo día en que Lluís Prenafeta se sentaba en el banquillo de los acusados por el Caso Pretoria, uno de los periodistas más significados de la Fundació Catalunya Oberta ocupaba la dirección de TV3. El fantasma de la antigua Convergència vaga por los juzgados arrastrando las cadenas de la corrupción, pero transita también por los despachos de TV3. «TV3 y el fantasma de la vieja Convergència» (eldiario.es, 15 de marzo de 2017)