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La leche, los pollos o la naranjada no se deberían comercializar más o menos porque en su publicidad haya esteladas, castellers o banderas españolas. Me parece tan desafortunado como la tradición islámica de comer sólo carne de animales que han sido sacrificados de una forma determinada, incluida la obligación de que estén mirando hacia La Meca mientras los degüellan. Hay que conseguir que catalanes, españoles, cristianos o musulmanes tengan en su mesa los alimentos que necesitan. «Pollos catalanes, vacas españolas» (El Triangle, 16 de enero de 2017)