La Unión Europa ha ido creciendo progresivamente en tamaño y en competencias pero los estados miembros todavía se niegan a otorgarle las facultades y recursos necesarios para influir en las cuestiones que son más importantes, desde la recuperación económica hasta la seguridad y la inmigración. Necesitamos un verdadero gobierno federal que refleje el resultado de las elecciones europeas, que cuente con medios y poderes para ejecutar sus políticas y que sea responsable ante el Parlamento Europeo y ante un Consejo reformado transformado en una segunda cámara legislativa
Los Estados Unidos de Europa no son un lema popular en estos días. El nacionalismo está en aumento en todos los países europeos y se expresa de muchas formas y maneras diferentes. El interés nacional y la soberanía nacional disfrutan de un renacimiento y resulta difícil mostrar Europa de una manera atractiva a los ciudadanos desilusionados con la política y decepcionados por una Unión Europea que sobre-promete y sub-entrega. Los eslóganes de los movimientos populistas se filtran en los partidos políticos más importantes, a menudo al más alto nivel de gobierno, afectando la agenda europea.
La Unión Europea se ha convertido en blanco de todos y en chivo expiatorio. Muchos líderes políticos piden una pausa en la integración europea e intentan apaciguar la ilusión que despierta el sentimiento antieuropeo. Los creyentes en los Estados Unidos de Europa son retratados como ingenuos que ignoran la política real y los sentimientos del pueblo y se socava la credibilidad de las posibles soluciones europeas que se ponen sobre la mesa.
La realidad es que los nacionalistas y los antieuropeos prosperan debido a las debilidades de la Europa de hoy y una Europa más débil sólo magnificará su atractivo. Los temores y la decepción de los ciudadanos europeos, que sufren la crisis económica, sienten la presión de los flujos migratorios y se sienten amenazados en sus fronteras, no tienen respuesta. Las soluciones propuestas por antiguos y nuevos nacionalistas y defensores de la soberanía nacional son sólo una ilusión pero resuenan emocionalmente entre muchas personas. Si se impusieran finalmente, el resultado sería una Europa de estados pequeños, divididos por fronteras y divisas, compitiendo, en permanente estancamiento económico, luchando entre sí en vez de permanecer unidos en el escenario mundial, vasallos débiles de una u otra de las superpotencias políticas.
Una Europa de intereses nacionales estrechos jugaría un juego de suma cero. Una Europa de odio y divisiones, racismo y xenofobia. En última instancia, una Europa de la guerra.
Al mismo tiempo, las soluciones que la Unión Europea hoy puede ofrecer son limitadas. La UE ha ido creciendo progresivamente en tamaño y en competencias, pero los estados miembros todavía se niegan a otorgarle las facultades y recursos necesarios para influir en las cuestiones que son más importantes, desde la recuperación económica hasta la seguridad y la inmigración. El resultado es una serie de fracasos que socavan el consenso que permanece entre los ciudadanos para avanzar en la unidad europea.
La única alternativa real es que los Estados europeos unan su soberanía y transformen la Unión Europea en una verdadera federación, con una política exterior y de seguridad única, una política económica europea, un presupuesto considerable y, sobre todo, un gobierno real.
En primer lugar, la eurozona necesita completar la unión monetaria con una unión fiscal. Esto no puede consistir sólo en un conjunto de reglas para coordinar las políticas nacionales. Se debería sacar adelante una política económica europea con el poder de recaudar recursos financieros europeos propios, mediante impuestos generales y emisión de deuda en los mercados de capitales, para ayudar a los estados miembros en dificultades, apoyar sus reformas estructurales y financiar proyectos de interés paneuropeo que puedan impulsar el mercado único y la competitividad a largo plazo de la economía comunitaria.
En segundo lugar, con las fronteras de Europa en llamas y grandes incertidumbres sobre la política exterior de Rusia y Estados Unidos, los europeos deben asumir la responsabilidad de su propia seguridad y la de nuestro vecindario. La simple cooperación no será suficiente: la seguridad y la defensa deben convertirse en una competencia europea. Esto debe incluir fuerzas militares europeas importantes (que integren progresivamente las mejores partes de las fuerzas nacionales), una sede militar europea (para dirigir operaciones europeas independientemente de la OTAN cuando sea necesario) y un Fondo Europeo de Defensa (financiado con recursos propios como los Bonos de Defensa y también a través de contribuciones nacionales) para financiar proyectos europeos de I + D y operaciones militares y civiles.
En tercer lugar, Europa necesita democracia. Hoy los ciudadanos pueden opinar poco o nada sobre las políticas de la Unión Europea. La democracia y la política siguen siendo casi exclusivamente nacionales. Los partidos políticos europeos siguen siendo una colección de diversos partidos nacionales. El Parlamento Europeo ha aumentado sus competencias, pero en demasiados campos tiene poca o ninguna opinión, incluida la forma en que se financia la UE, la gobernanza del euro y la política exterior y de seguridad. Organismos como el eurogrupo toman decisiones que afectan a millones de ciudadanos europeos, pero no son responsables ante nadie. Las decisiones más importantes siguen estando en manos de los gobiernos nacionales, cada uno con su propio interés y electorado nacional. Una colección de veintiocho democracias no hace una democracia europea. La Unión Europea necesita convertirse en una democracia parlamentaria plena, en la que el Parlamento legisle sobre todos los asuntos comunes y pueda expresar una mayoría política y un gobierno tras las elecciones europeas.
Por último, Europa necesita un gobierno federal europeo adecuado. La Comisión Europea está lejos de lo que debería ser un Gobierno. Juega poco o ningún papel en la gobernanza de sectores cruciales de la UE, desde la política exterior y de seguridad hasta las áreas clave de la gobernanza de la eurozona. Puede hacer propuestas sobre cómo gastar el presupuesto de la UE, pero no sobre cómo financiarlo. Se nombra después de las elecciones europeas, pero su composición es independiente del resultado de las elecciones. En cuestiones importantes, se necesitan instrucciones del Consejo Europeo, que reúne a los jefes de estado y de gobierno. La UE debería tener un verdadero gobierno federal que refleje el resultado de las elecciones europeas. Que cuente con los medios y poderes, incluso financieros, para ejecutar sus políticas de manera autónoma de los estados miembros. Que sea responsable ante el Parlamento Europeo y ante un Consejo reformado transformado en una segunda cámara legislativa.
Hoy en día estas propuestas encuentran poco consenso entre los gobiernos nacionales. Esperan sobrevivir con pequeños pasos en vez de grandes transformaciones, cooperación voluntariaen vez de unidad. Es una actitud que nos condena al fracaso. A pesar de todas las dificultades – casi 60 años después del Tratado de Roma que estableció las primeras Comunidades Europeas – un gran proyecto de transformación hacia una Europa federal es realmente lo que Europa necesita. No todos los países se unirían desde el principio, pero el grupo de países que aún cree en una «unión cada vez más estrecha» tiene la responsabilidad de hacer avanzar Europa.
The case for a federal Europe (BlogActiv EU, 4 de diciembre de 2016)
Traducción y edición: Beatriz Silva
NOTA: Esta obra fue publicada originalmente como contribución a la «Semana del Federalismo» del portal de medios EuropaUnited www.europaunited.ue