Entrevista de Salvador López Arnal al presidente de Federalistes d’Esquerres Joan Botella en El Viejo Topo (num 344, septiembre de 2016). «No hay tipos de federalismos: hay una actitud federal hecha de reconocimiento de las diferencias, de respeto recíproco y de voluntad de convivencia, que se proyecta en cada caso en mecanismos específicos de auto-gobierno territorial y de gobierno común compartido»
Joan Botella, catedrático de Ciencia Política en la UAB, ha sido nombrado recientemente presidente de Federalistes d’Esquerres
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Casi todo el mundo lo sabe pero te pregunto para dar una información básica. ¿Qué es Federalistes d’Esquerres? ¿Quiénes formáis parte?
Fed se creó a fines de 2012 por un grupo de gentes de diversos partidos de izquierda catalana (PSC, ICV, EUiA) y por muchos otros sin etiquetas de partido, molestos con el abandono por parte de estos partidos de las actitudes federalistas tradicionales en nuestras izquierdas desde hace 150 años. La intensidad del empuje independentista, y la incapacidad de las fuerzas políticas españolas para reconocer que en Cataluña hay un problema que requiere solución, dejaban un vacío político que hemos querido contribuir a cubrir.
¿Qué tipo de federalismo defiende Federalistes?
No hay tipos de federalismos: hay una actitud federal (hecha de reconocimiento de las diferencias, de respeto recíproco y de voluntad de convivencia), que se proyecta en cada caso en mecanismos específicos de auto-gobierno territorial y de gobierno común compartido.
En cuanto al federalismo asimétrico del que a veces se habla.
La cuestión no es fácil, y habría que sacarla del ámbito del consignismo político.
De acuerdo, la sacamos fuera de ese ámbito.
Para ello, sería bueno empezar por distinguir, dentro de la noción de «asimetría», dos cuestiones distintas: los poderes de los estados miembros, ¿deberían permitirles hacer cosas distintas o no? Y, en segundo lugar, ¿es admisible que algunos estados miembros cuenten con más poderes y recursos que los demás?
Para lo primero, una demostración extrema: en Estados Unidos, el derecho a la vida es visto de forma distinta en los diversos estados, de modo que unos han abolido la pena de muerte, otros la mantienen y la aplican, y otros han «hivernado» su aplicación.
Esto toca una cuestión capital: el patrimonio de derechos individuales fundamentales de los ciudadanos, ¿debe ser el mismo en todas partes?
Tu respuesta…
Mi visión es que sí, pero añado: sería imaginable que algunos estados, por razones específicas, decidan complementar ese patrimonio. Alaska ha establecido una especie de «renta básica» para sus ciudadanos, como un modo de fijar su población. Y si quieres una versión castiza: en igualdad de condiciones, los profesores de la Universidad del País Vasco cobraban (ignoro si aun es el caso) más que sus equivalentes del resto de España. ¿Por qué? Te aseguro que las aulas de Leioa, en los años de plomo, no eran fáciles, y supongo que se quería combatir la posible tentación de trasladarse.
Por tanto: fondo común, idéntico, de derechos fundamentales de los ciudadanos (con garantía del gobierno federal, si es preciso), complementables autónomamente, pero con fondos propios – responsabilidad fiscal.
La otra dimensión es si todos los estados miembros han de tener los mismos poderes y recursos. Y la respuesta es no, porque las condiciones son distintas.
Por ejemplo.
Canarias es una región ultraperiférica dentro de la Unión Europea; Galicia y Cataluña prestan importantes servicios sanitarios a ciudadanos europeos de otros países; el País Vasco asume, razonablemente, la misión de enseñar, proteger y difundir el euskera; y podríamos seguir. Otras comunidades, qué sé yo, Murcia o La Rioja, no se plantean tareas comparables. Por tanto, es admisible un grado de heterogeneidad, que no debería ser objeto de negociaciones entre «Madriz» y cada región ( hay que acabar con la práctica indecente del regateo mercantil), sino fruto de acuerdos argumentados y adoptados en un Senado de verdad, en el que estuvieran representados exclusivamente los estados miembros.
Resumiendo: asimetría sí, porque la realidad no es homogénea y uniforme; pero asimetría argumentada y acordada entre los estados miembros, sin intervención del gobierno central, y sin relación con los apoyos parlamentarios al gobierno central.
¿Y qué significa izquierda en vuestra denominación?
No quiere excluir a nadie: simplemente, somos gentes de izquierdas que defienden la propuesta federal. Puede ser que hayan (y a mí me alegraría) federalistas de derechas; pero lo que no creo es que existan izquierdas no federalistas: tal cosa no sería una izquierda.
De acuerdo, directo a la diana. Los nacionalistas-secesionistas están heridos. A veces se ha comentado críticamente que estáis muy vinculados al PSC. De hecho, vuestro anterior presidente, Manuel Cruz, es ahora diputado independiente en el grupo PSC-PSOE. ¿Sois, perdona la insistencia, una organización directamente vinculada al PSC?
En absoluto. Cuando Cruz se incorporó (como independiente) a la lista socialista, renunció al acto a su condición de presidente, justamente para subrayar la independencia política de Fed’Esq. Hemos tenido o tenemos diputados de Podemos, gentes de ICV, ex – presidentes de Ciutadans Pel Canvi, cuadros de CC.OO, miembros del ejecutivo del PCE, de la presidencia federal de IU …
¿Estáis por el derecho a decidir? Si fuera que no, ¿por qué no?
Aquí hablo por mí, no por el conjunto de Fed’Esq, donde puede haber otras visiones. Tal derecho no existe: ningún instrumento jurídico nacional o internacional lo ha reconocido ni existe dónde reclamarlo. Otra cosa es que ciertas soluciones puedan y deban someterse al voto decisorio de los ciudadanos: por ejemplo, la reforma de un Estatuto de Autonomía.
¿Y en cuanto al derecho de autodeterminación? Como derecho existe, no hay duda.
La cuestión no es el derecho de autodeterminación, sino quien es su titular. Y en esto, los tratados internacionales y la práctica internacional son terminantes: es elderecho de los pueblos sometidos a dominación colonial a decidir libremente sobre su futuro.
¿Pero quién decide qué colectivo humano es «un pueblo»? ¿Y en qué situación se han de encontrar para que se considere que están «sometidos a dominación»? No basta con levantar la mano y ofrecerse voluntario: esto no va así. Hizo falta el genocidio en Sudán o la sanguinaria ocupación de Timor Oriental para que las Naciones Unidas y todos los estados reconociesen que esos territorios tenían derecho a autogobernarse libremente.
No es el caso de ningún territorio español (con la duda de Ceuta y Melilla; y sin duda lo es para Gibraltar y para la República Saharaui). Otra cosa es que, en virtud del principio democrático, se adopten las medidas pertinentes para que un territorio del Estado pueda reflexionar y decidir sobre su futuro. Solo la conformidad de todos los actores le garantizaría aquella legitimación internacional a que me he referido antes. Pero no hay que pensar que la autodeterminación pueda conducir solamente a la independencia: uno de sus resultados posibles es la afirmación de una convivencia federal, y nosotros trabajamos en esa hipótesis que, hoy por hoy, tiene el apoyo mayoritario de la opinión pública, tanto en Cataluña como en el conjunto de España.
Prosigo en esta línea. ¿Defendéis la soberanía de Cataluña? ¿Qué tipo de soberanía?
Nadie es hoy soberano: lo que hay son ámbitos temáticos en que la última palabra corresponde a las instituciones catalanas, como otros donde corresponde a instituciones españolas o comunitarias. La distribución de materias entre estos niveles debe hoy revisarse: la Constitución de 1978 ha quedado ampliamente desbordada.
¿Estáis, pues, por la reforma de la Constitución? ¿Qué tipo de reforma? ¿Entre quienes? ¿Se puede conseguir con la oposición del PP?
Todo el edificio constitucional español ha entrado en crisis y requiere una reconstrucción (y no solo una reforma). Nosotros no queremos hacer una propuesta concreta: esto les corresponde a las fuerzas políticas. Nuestro objetivo es mostrar como una aproximación federalista es la que corresponde a una sociedad democrática madura, en la que la ciudadanía requiere tener un papel decisivo.
Y si queremos una reforma sólida, que sirva para el país, esta reforma no puede excluir al PP, ni a los independentistas, ni a nadie. Es obvio que aquí hay una dificultad: estos colectivos no quieren ninguna reforma (como en su día no quisieron la actual Constitución); pero del mismo modo que al final, arrastrando los pies, se avinieron al nuevo marco constitucional, ahora será inevitable que ocurra algo así. Por esto la fuerza motriz de los cambios han de ser las izquierdas y, si los hay, los partidos de centro.
¿Apoyáis la vía canadiense?
Lo de Canadá acabó mal, frustrando la reforma acordada en el Lago Meech y llevando a un referéndum unilateral (¡y de pregunta confusa!), con una victoria del “no” por escaso margen. El debate canadiense no nos sirve: allí “federalista” significa centralista; y en nuestro caso, te aseguro que no es así.
Te pregunto a continuación sobre consultas.
Cuando quieras.
Fuente: El Viejo Topo, septiembre de 2016
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