El proceso ha generado también sus intereses, creado puestos de trabajo, producido ingresos e inspirado e inducido múltiples negocios. Es parte del paisaje cotidiano. Algunos han calificado a las asociaciones surgidas al calor del proceso como auténticas start-up de la tecnología política. Hay mucha gente a la que le interesa que esto siga y siga como la pila de duracel aunque haya dejado de tener orientación e incluso sentido. «La victoria del procesismo» (El País, de septiembre de 2016)