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La Unión Europea (UE) atraviesa una grave crisis política, uno de cuyos resultados más dramáticos es su incapacidad para dar una solución conjunta, solidaria y basada en los principios sobre los que se ha construido la UE a los cientos de miles de refugiados y refugiadas que están llegando a nuestro continente huyendo de la guerra o de las graves violaciones de derechos humanos que se cometen en sus países de origen.

Los gobiernos europeos no han sabido, ni particular ni colectivamente, hacer frente a los compromisos que les corresponde por sus obligaciones internacionales, por su riqueza económica ni por las propias decisiones sobre reasentamiento de las personas refugiadas que ellos mismos han acordado.

Esta crisis, que afecta al núcleo de los valores de la UE, está provocando una enorme sensación de decepción entre una parte importante de la ciudadanía y también de vergüenza ante la propuesta que discutirá el Consejo Europeo los próximos días 17 y 18 de marzo para devolver a los refugiados a Turquía.

Ante una situación global, que afecta al conjunto de los estados europeos, la respuesta no puede ser individual. Tiene que haber una solución compartida, federal, y que responda a los principios de respeto a la dignidad humana y de protección a los derechos humanos que establecen los artículos 2 y 3.5 del Tratado de la Unión Europea. Principios por los que la UE fue galardonada en 2012 con el Premio Nobel de la Paz.

Los miembros de la UE deben actuar bajo decisiones democráticas de ámbito supranacional en beneficio del bien común y de defensa de los derechos humanos que son un bien inalienable de las personas y de carácter universal y por tanto de obligada protección por la comunidad internacional.

Europa debe acoger a los refugiados y crear vías seguras de acceso para los solicitantes de asilo que en estos momentos se ven empujados a arriesgar sus vidas y ponerlas en manos de mafias sin escrúpulos. Debe ayudar además de forma urgente y sin dilaciones a las miles de personas que se hacinan en campos como los de Idomeni que no cumplen las mínimas condiciones para la subsistencia.

La cifra de refugiados es asumible si los países europeos dan una respuesta común que implique distribuir a estas personas en relación al peso poblacional y al PIB de cada uno de sus miembros. Un millón de refugiados no es una invasión en un continente en el que viven 500 millones de personas.

Es necesario también que Europa avance en su integración, en la construcción de una Europa federal que disponga de una política común de inmigración y asilo que se financie con un presupuesto europeo y que responda a los valores que la UE dice profesar.

Además de lo anterior, ha llegado la hora de exigir responsabilidades políticas y penales a aquellas autoridades europeas que han omitido el deber de socorro a miles de personas que se encuentran en peligro como también por el maltrato moral y físico a que son sometidos los refugiados que intentan salvar sus vidas o huir de la represión y el hambre cuando llegan a nuestro continente.

Una Unión Europea fuerte, con valores anclados en su tradición y en los derechos humanos que globalmente ha ido impulsando desde su nacimiento debe proporcionar a las personas refugiadas:

  • Pasos fronterizos oficiales en lugares adecuados, empleando los medios civiles y militares que procedan para el rescate de las personas con riegos en sus vidas, que eviten las muertes en el mar y que reduzca las posibilidades de que los traficantes saquen provecho de la desesperación de los que se han visto obligados a huir por conflictos o violaciones de derechos humanos.
  • Un número de rutas seguras y legales mediante un aumento considerable y urgente de las plazas de reasentamiento, las admisiones humanitarias, los visados humanitarios y la reunificación familiar, lo que reduciría el número de personas refugiadas que emprenderían viajes peligrosos por mar y rebajaría la presión a los estados de la periferia de la UE.
  • Un sistema de asilo común con igualdad de derechos en toda la UE, que permita la libre circulación para las personas refugiadas, teniendo en cuenta las necesidades y la voluntad de las mismas, respetando el derecho a la unidad familiar.
  • Aumentar de forma considerable el apoyo financiero, técnico y operativo a los estados de la UE con fronteras exteriores para la acogida de los solicitantes de asilo y para la tramitación de las solicitudes garantizando un reparto equitativo entre los distintos países
  • Una política efectiva de integración para que la llegada de refugiados sea asimilada de la mejor manera posible por las comunidades de acogida pero también para que las personas que se han visto obligadas a huir conviertan nuestro continente en su propio hogar
  • Acabar con las violaciones de derechos humanos en las fronteras externas e internas de la UE poniendo fin a las devoluciones forzosas a terceros países, a los malos tratos y proporcionar recursos efectivos a las víctimas. Se deben garantizar investigaciones rápidas, independientes y exhaustivas sobre las denuncias de violaciones de derechos humanos y proceder, incluso penalmente contra las personas responsables de las violaciones de los derechos humanos.

Barcelona, 17 de marzo de 2016