La manera de influir en el mundo no pasa para abrir fronteras ni ir sólo, sino para construir colectivamente un planeta mejor. Hay que luchar por un país capaz de asociarse con otros para conseguir vencer de forma global los problemas que nos afectan a todos.
Nunca me han gustado las fronteras ni la proliferación de estados. Tampoco me gustan los estados que se hacen fuertes persiguiendo las minorías, educando ideológicamente los niños, homogeneizando los medios de comunicación o desprotegido a los ciudadanos. Tampoco me gustan los himnos que incentivan a los ciudadanos a la guerra ni la gente que se pelea por defender las banderas y se olvida de las personas.
Me gustan los estados que tienen leyes que cuidan de su gente, que reparten la riqueza y vigilan por la igualdad de oportunidades de sus ciudadanos y me gustan los políticos que se sienten responsables ante los ciudadanos. Me gustan los estados capaces de generar economías de escala con otros estados. Me gustan los estados que actúan con transparencia y rinden cuentas a los ciudadanos y se alían para luchar contra las guerras, las mafias, los paraísos fiscales y la conservación del planeta.
Soy feliz de cruzar Europa sin fronteras, sin encontrarme policías que me revisan la maleta, me preguntan por qué razón quiero viajar y me tratan con desconfianza. Soy feliz de viajar por todo el mundo con euros sin necesitar de cambiar de moneda. Me siento orgullosa de pertenecer a un país donde el bienestar y la igualdad de oportunidades de sus ciudadanos es un valor que hay que conservar y defender: sanidad, educación, desempleo o pensiones. Soy feliz de pertenecer a un país donde existe el divorcio, el matrimonio homosexual, la ley de igualdad o la protección al discapacitado. Soy feliz de pertenecer a uno de los países más descentralizados del mundo y donde cualquiera puede expresar sus ideas sin ser insultado, perseguido, marginado ni encarcelado. Soy feliz sintiendo que mi identidad no corresponde al territorio sino a mi experiencia personal. Me gusta pensar que vivo en un país donde llega gente de todo el mundo a conocernos ya vivir. Soy feliz cuando voy a comprar y encuentro productos de todo y tengo mucho donde escoger. Soy feliz de vivir en un país donde conviven y se enseñan diferentes lenguas que nos enriquecen mutuamente y donde la cultura se entiende como libre expresión creativa de sus ciudadanos.
Me siento independiente cuando tengo opciones donde escoger, donde puedo opinar como me parezca más adecuado sin sentirme mal o haberme justificar, donde los corruptos son denunciados, juzgados y condenados de forma justa. Me siento más independiente cuando tengo acceso a todas las opiniones expresadas libremente y puedo elegir con libertad la que mejor me represente. Me siento independiente cuando me solidarizo y no me cierro en mis paredes de vidrio. Me siento independiente cuando puedo escoger entre variedad de productos que vienen de otros lugares. Soy más independiente en un estado que junto con otros estados vigile para que la riqueza se reparta, para que disminuya mi debilidad frente a los poderosos, donde prevalezca el bienestar y la solidaridad frente al enriquecimiento ilícito y el poder de las minorías y donde puedo escoger mi propia manera de vivir. Estoy convencida de que la división y compartimentación sólo favorece a los caciques y poderosos, que campan a sus anchas cuando la sociedad se débil.
Y como ésta es mi idea de la independencia pondré la mirada más allá de mi pequeño mundo y luchar a mi manera para disminuir las fronteras y el aislamiento de los territorios; lucharé para ayudar a los desfavorecidos y las minorías; lucharé para que los grupos de poder local tengan contrapeso que los controle; lucharé por la libertad de opinión y la protección de la diversidad; lucharé por un país que sea capaz de resolver los problemas que nos afectan mediante la negociación política y el diálogo y donde el respeto a la ley sea un valor. Lucharé por un país capaz de asociarse con otros para conseguir vencer de forma global los problemas que afectan a toda la humanidad, con soberanía compartida.
No vivo ningún momento especial ni tengo la compulsión de «hacer historia», simplemente los humanos siempre hemos tenido que vigilar para que nadie nos despoje por la fuerza o con engaños de los derechos que como personas iguales y libres nos merecemos. Nuestra inteligencia como humanos ha crecido cuando hemos sido capaces de generar sinergias y asociarnos. Ahora más que nunca, la manera de influir en el mundo, no pasa por abrir fronteras ni ir solos, sino para construir colectivamente un planeta mejor donde quepamos todos.
«Independentista a la meva manera» (Blog Esquerra sense fronteres, 22 de enero de 2016).