El académico canadiense y director científico de L’Idée Fédérale defiende en esta entrevista la idea del federalismo como “una manera de ver la vida”, una propuesta de organización política y social “no excluyente” que huye de los intentos de homogenización identitaria
“La idea de federalismo está en contra de la asimilación: acepta las diferencias y la diversidad. Cree que la gente puede ser diferente y que eso no es un problema para convivir”. Es uno de los muchos argumentos a favor del federalismo que André Lecours pone sobre la mesa.
Profesor de Estudios Políticos de la Universidad de Otawa y director científico de L’Idée Fédérale, el think tank federalista de Quebec, define el federalismo como mucho más que una forma de organización política: “Es una manera de ver la vida”, asegura.
Quebequés y especialista en federalismo pero también en movimientos independentistas como el escocés, el catalán, el vasco y el flamenco, Lecours estuvo en Barcelona en noviembre pasado invitado por Federalistes d’Esquerres. Reconoce que la situación en Cataluña le recuerda mucho a la que vivió Quebec en 1995, “donde había que ser valiente para decir que no se estaba a favor de la independencia”, y lamenta que los gobiernos catalán y español hagan más difícil la convivencia en vez de facilitarla.
-¿Cómo se puede definir el federalismo en pocas palabras?
-Es un principio de gobierno que intenta combinar la autonomía y la interdependencia manteniendo un equilibrio entre las reglas propias y las reglas compartidas, entre autonomía e integración en un ente más grande.
-Usted sostiene que el federalismo es la mejor opción en sociedades multiculturales ¿Por qué lo es?
-Porque permite que las personas convivan con sus múltiples identidades. Si tienes una situación como la de España con Cataluña, donde hay personas que tienen un fuerte sentido de la identidad catalana, pero otras que al mismo tiempo se sienten también españolas, el federalismo permite que esas personas puedan mantener sus distintas identidades sin entrar en contradicciones. Vivir en una Cataluña independiente o en una España muy centralizada puede terminar comprometiendo alguna de esas identidades. En este sentido el federalismo tiene un elemento de justicia para todos y permite que las comunidades vivan en un sistema en que se protegen y se promocionan las diferencias.
-¿Es lo contrario a la asimilación?
-Exactamente. La idea de federalismo está en contra de la asimilación: acepta las diferencias y la diversidad. La forma federal de pensar consiste en creer que la gente puede ser diferente y convivir en un gran estado que mantiene sus diferencias y además promueve que nadie tenga que hacer concesiones en este sentido.
-¿Qué es el espíritu federal?
-Es conseguir el equilibrio entre el autogobierno y el gobierno compartido. En el federalismo tienes tus propias reglas pero también reglas que compartes. Tienes autonomía en ciertas materias pero otras las compartes en un nivel mayor de autogobierno con las otras unidades que constituyen la federación. Es ser independiente pero ser dependiente al mismo tiempo. Es intentar buscar el justo medio.
-¿Por qué el nacionalismo moviliza más a las personas que el federalismo a pesar que éste implica valores universales como el diálogo y la cooperación?
-Porque el nacionalismo puede utilizar historias que el federalismo no puede. Especialmente en un país como España donde antes de 1970 no hubieron experiencias federales, excepto en unos períodos muy cortos. Es difícil construir una narrativa que diga que España tiene una cultura federal o un pasado federal. Para los nacionalistas es más fácil construir una narrativa en que la gente se sienta involucrada, historias acerca de cómo Cataluña era antes de la unificación de los reinos: más rica, más ilustrada y que fue explotada por España. La solución que ofrecen los nacionalistas a los problemas es también más simple y eso hace que tenga más éxito. Incluso en Canadá el federalismo no provoca el mismo entusiasmo que el nacionalismo. El nacionalismo y el federalismo son dos formas diferentes de ver la vida. Los federalistas aceptan la realidad tal como es e intentan sobrellevar las cosas de la mejor manera posible y los nacionalistas están en una búsqueda permanente de un ideal que no existe.
-En un mundo complejo y globalizado como el nuestro ¿Tiene sentido seguir creando estados nación?¿No deberíamos todos avanzar hacia formas de organización que se adecuen a la realidad del siglo XXI?
-Los estados nación tal como se concibieron en sus orígenes no tienen sentido en el mundo actual. Vivimos en un mundo donde la soberanía no está concentrada en los estados. Y vivimos en un mundo donde intentar crear un estado para cada nación puede convertirse en un fracaso y en una idea peligrosa porque la mayor parte de las sociedades no responden a la realidad de naciones compactas. Y los estados no tienen en sus manos todo el poder ya que buena parte de la soberanía radica en entes diferentes al estado, como la Unión Europea o los mercados. La soberanía está fragmentada y el estado nación no puede hacer frente a esta realidad.
-¿Cómo ve el futuro de Cataluña desde su experiencia de quebequés?
– Yo creo que la posibilidad de que Cataluña se convierta en un país independiente es muy improbable. No hay ningún precedente de una secesión en un país democrático, nunca se ha producido algo así y eso me hace pensar que es difícil que aquí se produzca. Además no existe una mayoría a favor de la independencia en Cataluña. No soy muy optimista respecto a la convivencia futura entre distintas identidades en Cataluña y en España. Estoy decepcionado con las políticas del gobierno catalán y del gobierno español que no favorecen que las diferentes sensibilidades se sientan cómodas. Están convirtiendo España y Cataluña en un lugar menos agradable de lo que debería ser. Pero lo gobiernos pueden cambiar y las políticas pueden cambiar también.
-Usted dice que Cataluña le recuerda mucho a Quebec en 1995. ¿En qué se parecen?
-En que aquí también es muy difícil no apoyar la independencia. Si tu no apoyabas la independencia en Quebec en 1995 tenías que ser una persona muy valiente para reconocerlo. La gente no se atrevía a decir: “Canadá es un buen país” o “es mejor para los quebequenses quedarse en Canadá”. Esta ha sido la primera cosa que se me ha venido a la mente al estar aquí. También se produjo allí una fuerte dicotomía entre nuestros políticos y en la sociedad. Una fuerte movilización de las personas que apoyaban la independencia frente a una mucho más débil de los que se oponían, a pesar que éstos eran mayoría. Pero la experiencia de Quebec demuestra que este estado de ánimo es cambiante, alcanza un ‘peak’ y luego fluctúa según los acontecimientos y las políticas de los gobernantes. Los nacionalistas saben esto y por eso son partidarios de aprovechar el momento en que “la ventana está abierta”. Siempre tienen prisa.