Opinión

La cuestión catalana presenta un componente cultural clave, aunque uno de los deberes obvios que nos quedan para los próximos años radique en definir mejor en qué consiste la cultura catalana. En cualquier caso, la solución federal, adoptada con éxito por Alemania, EE.UU., Canadá o Sui­za, podría tener un efecto positivo entre nosotros (LV, 21 de noviembre de 2015)

En las últimas semanas el enredo político, la constatación de que no cuentan con mayoría suficiente y el contexto europeo han hecho que incluso significativos adalides del proceso independentista estén dando marcha atrás en la radicali­dad de sus posiciones hacia zonas más templadas. A ello hay que sumar el dato, que brindan las encuestas, de que la zona de parti­ción resulta en buena medida lingüística: entre los partidarios de la secesión predominan los que tienen como primera lengua el catalán, mientras que los castellanoparlantes se oponen, también mayoritariamente. Recordemos que la división social en torno a la lengua constituyó uno de los gran­des asuntos que el nacionalismo pujolista decía combatir por enci­ma de todo. Sería prudente contri­buir a que no se intensifique.

Buen momento, por tanto, para volver a poner sobre la mesa posi­bles puntos de encuentro. Que rebasen el inmovilismo de que ha hecho gala el gobierno del PP en los últimos años. Que resulten aceptables respecto a la demanda de cambio planteada por un sector amplio de la sociedad catalana, necesitada de respuestas concre­tas. Y atractiva también para los catalanes no separatistas.

La cuestión catalana presenta un componente cultural clave, aunque uno de los deberes obvios que nos quedan para los próximos años radique en definir mejor en qué consiste la cultura catalana. En cualquier caso, la solución federal, adoptada con éxito por Alemania, EE.UU., Canadá o Sui­za, podría tener un efecto positivo entre nosotros: lo cuentan en las páginas finales de este número dos grandes expertos en el tema. Y lo hacen en el 40º aniversario de la muerte de Franco, cuando se abrió un ciclo de prosperidad democrá­tica y creatividad cultural españo­las que ahora da señal de agota­miento, pero que hay que sustituir por algo que no lo arrumbe, sino que lo corrija y lo mejore.

La Vanguardia, Culturas, 21 de noviembre de 2015