Opinión

De momento, hay motivos para casi cualquier cosa menos para el optimismo. De la misma forma que se comprende que haya muchos ciudadanos que no consigan creerse que ese nuevo país a salvo de corrupción en el que se va a convertir Cataluña lo vayan a construir los corruptos acreditados, que la igualdad la vayan a implantar los que han propiciado las más feroces desigualdades, que el Estado del Bienestar lo vayan a reconstruir los pioneros en desmantelarlo, también se debe comprender el profundo escepticismo de mucha gente respecto a que vayan a solucionar este monumental embrollo quienes más se han afanado, con ahínco digno de mejor causa, en provocarlo. «¿Puede gestionar la fractura quien la ha provocado?» (El Confidencial, 31 de octubre de 2015)