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Probablemente nos encontremos ante uno de los efectos perversos de considerar la ilusión, o las emociones en general, como criterio último e incontrovertible por encima de cualquier consideración racional o incluso por encima de los hechos mismos. Como es natural, para quien se coloca en ese lugar, blindado a cualquier cuestionamiento, las críticas que pueda recibir por sus incoherencias y contradicciones argumentativas es cosa que le trae perfectamente sin cuidado

«La ilusión puede con todo» (El País, 17 de septiembre de 2015)