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Las candidaturas que se presentan a los próximos comicios del 27S han desbordado totalmente el marco partidista vigente desde el restablecimiento de la democracia. Y en este contexto destaca la desaparición de CiU

Escribo estas líneas cuando faltan cuatro semanas para las elecciones legislativas catalanas. La situación está muy lejos de ajustarse al pretendido “oasis catalán” que, en diferentes momentos de la historia contemporánea del país, se ha intentado difundir. De entrada, las candidaturas que se presentan a los próximos comicios han desbordado totalmente el marco partidista, vigente desde el restablecimiento de la democracia. Y en ese contexto destaca la desaparición de CiU, no solo por la escisión del partido democristiano, sino también por el camuflaje a que se ha sometido Convergència dentro de la coalición “Junts pel sí”. Ese camuflaje ha sido motivado por la maniobra de fagocitación de ERC, pero también para intentar una refundación del partido, que hiciera olvidar los escándalos de corrupción que lo sacuden. Las recientes secuelas de la investigación iniciada en Torredembarra (a instancias de una denuncia de ERC) no parece que vayan a facilitar la citada operación de trasvestismo. Otra cosa es si ello influirá en los electores.

Desengañémonos. A pesar de los pesares, “Junts pel sí” sale  con altas probabilidades de hacerse con la mayoría absoluta; con el auxilio de la CUP, que para eso se inventó. Un escandaloso reparto territorial de escaños y una desmovilización de amplios sectores populares de procedencia foránea, que el nacionalismo nunca ha estado interesado en remediar, permitirían dicha mayoría, como la han permitido otras veces. Al fin y al cabo, aspiran solo a una mayoría de escaños, con total desprecio al principio de “un hombre, un voto”. Si así fuera, un gobierno presidido por Artur Mas parece seguro. Luego habría que ver que pasaría a partir de ahí. La amalgama que supone la coalición está ya sometida a tensiones. ¿Permanecerían con los brazos cruzados los sectores en principio más sensibles a los problemas sociales, si la política neoliberal prosigue? Pueden ocurrir muchas cosas. Entre ellas que el grifo del Fondo de Liquidez Autonómica se cierre, si Mas y los suyos se echan definitivamente al monte. En ese caso los ajustes vividos serían calderilla.

Pero ¿y si el bloque aludido no consigue la mayoría? No es fácil aventurar cómo podría formarse gobierno. No obstante recientes posicionamientos me hacen pensar que más de uno se está preparando para esa eventualidad. Y entre ellos destacaría a Raül Romeva.

Sería descubrir la sopa de ajo decir que con su fichaje Mas ha asumido un riesgo importante. La fidelidad partidaria no parece ser una de las virtudes del tal Romeva. Grouchomarxismo puro: “Esos son mis principios; si no le gustan, tengo otros”. Es enternecedor oír los elogios y cantos de sirena que está dirigiendo a “Catalunya sí que es pot”, en la que tiene viejos amigos. Justo es decir que Junqueras también se prodiga algo en el mismo sentido. En primera instancia, podría tratarse de un intento de conseguir votos tránsfugas, por si los resultados electorales no fueran los que se pretenden. Pero también pudiera ser que la denuncia, por parte de Unió, de la posibilidad de un nuevo tripartito, fuera mucho más que una añagaza electoralista. Romeva podría aprovechar la ceguera de determinados medios de la izquierda catalana, que hacen abstracción del proceso soberanista, en aras del mito de la unidad popular, para fabricarse una mayoría a su medida. La bandera independentista ya no sería interclasista (transversal; perdón por la incorrección), sino genuinamente de “izquierdas”.

Pero hay algo que chirría. Si en Europa ya produce sarpullido un proyecto secesionista liderado por Mas, ¿qué no produciría un recambio a lo Syriza? ¿Se le escapa esto, y otras cosas, a Romeva  que ha sido un euroburócrata durante años? No lo creo. Tampoco lo veo de Rafael de Casanova. Quizá resulte que sus convicciones independentistas no sean tan intransigentes como las vende, salvo si “Junts pel sí” obtiene mayoría. Lo que parece bastante probable es que si no fuera así, podría ser uno de los primeros en buscar acomodo el 28-S.

Blog Esquerra sense fronteres, 3 de septiembre de 2015

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