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Con la dentadura desmontada, las gafas torcidas, la melena descompuesta y el cuerpo desmadejado, Carmena ha enseñado inteligencia y dignidad en las pantallas contra la sevicia electoralista de una candidata dispuesta a todo, porque para eso ha estado siempre Esperanza Aguirre: para demostrar que los límites políticos no existen y la desvergüenza es sólo un encanto más del privilegio de sangre y apellido. «Revoltosos de ritmo lento» (El País, 28 de mayo de 2015)