Opinión

Este no es un país que esté para sutilezas, y ya se sabe que aquí la manera más fácil de liquidar políticamente alguien es acusándolo de catalanofobia; o de botifler, lerrouxista, facha o antidemócrata, si no le seduce el crucero a Ítaca y tiene, además, la poca vergüenza de decirlo. Parece que el de Marina Pibernat sea el primero insulto que suelta un político catalán, cuando esto es jauja y su actitud resulta de kindergarten al lado de, por ejemplo, aquellos adhesivos de CiU que decían que «la España subsidiada vive a costa de la Cataluña productiva »

«Niño, no te signifiques» (El País, 20 de mayo de 2015)