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El debate sobre la independencia es estéril, no mueve a nadie de su posición inicial sobre el tema. No me extraña, pero es preocupante que sea prácticamente imposible acercar posturas sobre algo que debiera inquietarnos a todos. Cuando el debate es estéril es porque está mal planteado, porque discurre desde «ismos» o dogmas intocables. En tal caso, las posiciones que optan por la moderación y las terceras vías, las que rehuyen las opiniones extremas, carecen de atractivo y no son escuchadas. «El debate imposible» (El País, 25 de noviembre de 2014)