Ahora resulta que de una movilización que simulaba unas elecciones, pero que no ofrecía las menores garantías democráticas, se puede desprender un mandato democrático. Como si, llevando las cosas al límite, la ausencia de democracia pudiera fundar la democracia. Urge terminar con esta dinámica de ambigüedad, medias palabras y mensajes equívocos en la que Cataluña lleva demasiado tiempo instalada y que, a la vista está, solo sirve para prolongar el ruido y la confusión, de las que sin duda algunos están consiguiendo extraer un notable provecho. «Urge claridad democrática» (El País, 23 de noviembre de 2014)