En el Reino Unido puede abrirse ahora un proceso interesante que podría culminar en el desarrollo de un estado federal, con la incorporación en el proceso no sólo de Escocia, sino también de Gales, Irlanda del Norte y otras naciones que conforman la diversidad del país
La democracia es respeto. Respeto a las ideas de las diferentes opciones y su manifestación de una forma pacífica en igualdad de condiciones, bajo el paraguas de unas reglas de juego pactadas y con compromiso por parte de todos de seguirlas.
No podemos hablar de democracia cuando no se dan el conjunto de condiciones. Así, el mundo nos ha dado muchos ejemplos en los que se demuestra que ir a votar, aunque es condición necesaria, no es suficiente para garantizar la democracia. Por el contrario, algunos regímenes totalitarios suelen ser hábiles en la manipulación de los referéndums y las votaciones. Como ejemplo, tenemos los diversos referéndums que se realizaron en España durante la época franquista, que no servían más que para manipular y reforzar la propaganda del régimen.
En el referéndum recién realizado en Escocia, ha habido sus claroscuros des del punto de vista táctico, muchas diferencias respecto del problema planteado en España con el “derecho a decidir” esgrimido por el gobierno catalán, y algunas lecciones a aprender des del punto de vista del juego democrático.
En cuanto a los errores de tipo táctico, los adjudico sobre todo a Camerón. Desde mi punto de vista cometió un error al plantear un referéndum enfrente de la posibilidad inicial de conceder más autonomía a Escocia y otro al supeditar la secesión de una buena parte del territorio con sólo un 51% de los votos. Con la variabilidad de posibles resultados, demostrada en las diferentes encuestas, debería haberse garantizado más rotundidad en el resultado. Supongo que pensó, erróneamente que el sí y el no, no acabarían tan ajustados y de esta forma acababa con la reivindicación permanente y cansina del nacionalismo. Se equivocó. Sin embargo, para el Reino Unido puede abrirse un proceso interesante que podría culminar en el desarrollo de un estado federal, con la incorporación en el proceso no sólo de Escocia, sino también de Gales, Irlanda del Norte y otras naciones que conforman la diversidad del país.
Des del punto de vista democrático la lección principal es la realización del pacto entre políticos. Tengo envidia, pero no porque Escocia haya tenido la posibilidad de ser independiente, sino porque los políticos han sabido afrontar los retos con las herramientas democráticas y se han sentado a hablar deportivamente, negociar y pactar. Es verdad que han corrido riesgos, pero han canalizado la demanda. Es importante subrayar el respeto hacia los resultados demostrados por los políticos: Cameron prometiendo más autonomía y Salmond comprometiéndose a no plantear futuros referéndums. Es un ejercicio de responsabilidad política que los honra.
En cuanto a las condiciones de realización, conviene destacar algunos aspectos relevantes que forman parte de las garantías democráticas: el tiempo y los mecanismos informativos. El tiempo porque han ido sin prisas, para garantizar en dos años, el sedimento de las ideas y disminuir al máximo los posibles vaivenes emocionales durante el proceso, permitiendo la publicación de estudios objetivos para ambas opciones. Por otra parte, cabe destacar la impecabilidad en el comportamiento de los medios de comunicación públicos, que han sabido garantizar la neutralidad del proceso.
Analizando todo esto, al contrastarlo con nuestra situación, es cuando siento envidia del Reino Unido,:
En primer lugar, tenemos una Constitución más abierta que las de nuestro entorno, que permite su modificación. Existe un amplio reconocimiento por parte de la ciudadanía que el proceso de la Transición, aunque modélico en muchos aspectos, requiere evaluarlo y corregir aquello que no ha funcionado, para conseguir un mayor control y profundización democrática. Además, una propuesta abierta de modificación del modelo por parte de uno de los dos partidos mayoritarios en España, en el sentido de federalizar España. En este marco, sorprende la menguada talla política de nuestros dirigentes. Efectivamente, los políticos se eligen para resolver los problemas, no para generarlos o maximizarlos. En vez de sentarse a negociar, los ciudadanos hemos visto como los políticos se mantenían firmes en sus convicciones, sin realizar el más mínimo intento de escucharse, negociar, acercar posturas y buscar soluciones entre todas las fuerzas políticas.
Hemos oído que el referéndum es ilegal y la ley de consultas que lo permite no. Hemos oído que la mejor opción es una declaración unilateral de independencia o la aplicación “tabula rasa” de la ley. Hemos oído que votar es democracia pero hemos asistido impasibles a confundir la necesidad de votar manifestada por una amplia mayoría de ciudadanos catalanes, con un sentimiento independentista que no estaba en el programa político de nuestros gobernantes. Hemos también, asistido a una manifestación profunda de déficit democrático por parte de medios de comunicación públicos, decantándose con descaro hacia la opción independentista, recordándonos oscuros y tristes tiempos anteriores a la Transición democrática. Hemos oído que había que ser rápidos en la consulta, no fuera que el tiempo nos trajera voces disidentes, mayor contraste informativo y cambios en los sentimientos y sentido del voto. Tristeza es lo que siento. Tristeza al ver como el oportunismo político se muestra tan descarnado y tan falto de aquella cualidad fundamental de la que presume: el sentido democrático.
Esperemos que Escocia nos haga reflexionar con grandeza de miras y nos ayude a crecer como país. Busquemos lo positivo para emular y lo negativo para no caer, conservemos lo que tengamos que conservar y seamos valientes para cambiar lo que haga falta. Tenemos las condiciones para conseguirlo si nos lo proponemos, solo se necesita voluntad de diálogo y ganas de construir.
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