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Por más que se tenga la absoluta certeza de que no se va a celebrar la consulta, hay que hacer hasta el último momento como si fuera posible su realización, como si nada estuviera perdido del todo, como si en el instante postrero todavía pudiera ocurrir que el sueño largamente perseguido se materializara. ¿Qué sentido tendría semejante decisión? Por supuesto que mantener excitadas, ilusionadas y en tensión a las propias fuerzas para afrontar las nuevas etapas, sean estas cuales sean. «¡Unidad, unidad, unidad!» (El País, 28 de septiembre de 2014)