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Nada se desmorona en el Estado de derecho si el Gobierno decide impulsar lo que la constitución no prohíbe: una consulta no vinculante pactada entre los dos poderes o un referéndum sobre una reforma constitucional. Esa ruta es política y democrática y no tiene nada que ver con derecho a decidir alguno ni tiene que ver tampoco con ceder a la presión nacionalista. Suena más bien a idea útil de un gobierno con las manos libres para hacerlo, y suena también a rectificación de campañas políticas y descalificaciones del PP que fueron auténticas canalladas democráticas, además de muy mal calculadas. «Democracia estrangulada» (El País, 28 de septiembre de 2014)