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El deseo de separarse, en Quebec y en Cataluña, tal vez tenga menos que ver con la existencia de una esencia quebequense o catalana fundamentalmente distinta que con un déficit federal de las instituciones centrales. ¿Por qué no remediar este problema en vez de alentar el recurso a un martillo que no tardaría en destruir lo que podría ser renovado? ¿por qué iban a ser necesarios unos seísmos referendarios para obligar a los jefes políticos de los Gobiernos centrales federales a reconocer que la unidad no se realiza únicamente en la uniformidad y que una verdadera autonomía política regional es el medio más seguro para garantizar la unidad nacional? “De clavos y martillos en Escocia y Cataluña” (“El País”, 30 de setiembre).