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Si a mí me daría lo mismo que dejara de existir una nación llamada España en pro de un conjunto más amplio, Europa, no me pidan que comprenda el empecinamiento de una porción de catalanes en tener pasaporte propio, embajadas, selecciones deportivas y un ridículo ejército, como ha previsto la susodicha Carme Forcadell, esa especie de monja a la vez mandona y presumida, elevada a la categoría de “madre de la patria”. «Si yo fuera catalán» (El País, 28 de septiembre de 2014)