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Ese catalanismo, hegemónico, patriota, sin preocupación social salvo en crear la cohesión social, antes que en leyes, en bienestar y derechos, en una idea de patria, está más herido de lo que puede, siquiera, calcular. No ha supuesto dinámicas éticas diferenciadas de la política española. No ha contradicho la tendencia generaliza, iniciada en 1939 y no contradicha en democracia, de considerar el Estado como un botín de guerra. «Pla, Pujol y el viaje a ninguna parte» (eldiario.es, 17 de agosto de 2014).