La periodista María Dolores García lamenta que el debate sobre «el derecho a decidir» encubra el verdadero debate de fondo, que es si los catalanes son partidarios o no de su independencia de España:  «La consulta como excusa» («La Vanguardia», 24 de setiembre).

Resulta imposible combatir la idea de que el referéndum es el súmmum de la democracia. Ante semejante corriente social, la mayoría de partidos catalanes se ven arrastrados –con mayor o menor agrado– a favor de la consulta, incluido el PSC, pese al recelo, cuando no el desprecio, del PSOE. El referéndum es un terreno cómodo: mientras discutimos si es constitucional o no, si Rajoy es menos democrático o más. A la política catalana le está pasando como al Barça. El debate sobre el método es muy interesante, pero corre el riesgo de convertirse en obsesión, de imponerse de tal forma que uno no sabe ya si su equipo juega con un sistema para ganar o por el sistema en sí… En el debate de política general que empezará mañana, el PSC decidirá si suscribe una resolución de apoyo al llamado “derecho a decidir”, expresión eufemística que ha hecho fortuna para evitar la más explícita “referéndum sobre la independencia o no de Catalunya”, que es de lo que estamos hablando. Si el PSC se suma, CiU y ERC habrán logrado una holgada representación en favor de la consulta, aunque se habrá logrado por la vía de eliminar toda alusión a la meta, o sea, discutiendo sólo sobre el método.

Ese subterfugio está resultando muy útil a la mayoría de partidos catalanes, que hurtan así a los ciudadanos del verdadero debate: ¿vale la pena separarse de España?, ¿qué consecuencias tendría para los dos territorios resultantes?. A diferencia de la independencia, la apelación al referéndum congrega una amplia opinión favorable. Pocos hay que no deseen decidir… Por supuesto los partidarios de separarse, pero también los que no lo son. Esa es vista como la solución sencilla y democrática de dejar las cosas claras. Discutimos si la ley catalana es aplicable a la consulta, si se convoca sea como sea… no profundizamos en la esencia, que no es otra que la independencia. Porque, salvo ERC, el resto de partidos que defienden la consulta se toparán con desgarros internos cuando se trate de la secesión. Le pasa a CiU (también a Unió y a Convergència), le ocurre a ICV-EUiA y, cómo no, al PSC.

Para la sociedad catalana, sometida a una enorme presión, confusa y dividida, la reclamación de la consulta también es una vía de escape. A la zozobra de la crisis se suma desde hace un año el inevitable nerviosismo que supone un debate político tan polarizado y el ciudadano busca en la consulta una forma de aclarar el horizonte.

Aunque el Parlament arroje un consenso sobre el “derecho a decidir”, puede ser una imagen de unidad irreal, la que se deriva de utilizar esa expresión como espejismo retórico para prolongar la discusión sobre la fecha, la pregunta, el posible recurso del Gobierno de Rajoy, etcétera. Pero la política y la sociedad catalanas deberán asumir si afrontan el meollo: ¿conviene la independencia a los catalanes? Con la inquietud que ello provoca. De momento sólo estamos discutiendo la táctica. Ni siquiera hemos salido al campo de juego. Y ya estamos estresados…