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Un reportero intrépido disfrazado de Pablo Iglesias intercepta con nocturnidad y alevosía a la esperanza blanca de IU, Alberto Garzón, a las puertas del Círculo de Bellas Artes de Madrid. En ese momento llega el líder del PSC, Miquel Iceta: «¡Uy!». Un político con tantas tablas apenas se sorprende ya por nada. Tras sus pasos aparece Josep Borrell, que se jalea al ver el título del debate: «¡La solución federal de las izquierdas! ¡Vamos allá!». Y sube los escalones con brío hasta fundirse en un abrazo con Iceta y con Manuel Cruz, presidente de Federalistes d’Esquerres que organiza el acto. En primera fila ya espera Carme Chacón, y en la pequeña sala abarrotada se van apiñando José Álvarez Junco, Francisco Rubio Llorente, Patxi López, diputados del PSC y hasta el secretario general del PCE, José Luis Centella.

El acto tiene miga: Iceta y Garzón, junto al dirigente de Podemos Juan Carlos Monedero, debaten sobre la solución federalista. Garzón -que se presenta como economista nacido en 1985- asegura que los límites jurídicos de la Constitución están desbordados, propone reconocer el derecho a decidir y carga contra Rajoy y Mas, representantes de «las élites políticas que operan en su propio beneficio». Iceta -que se presenta como «hijo de la Constitución, porque fue la primera vez que pude votar»-, desgrana la propuesta socialista de reforma federal. En versión PSC: con el reconocimiento de España como «nación de naciones» y una asimetría que, advierte, «no lleva nunca ni a la desigualdad ni al privilegio». Y turno para Monedero, que se presenta como «profesor y ciudadano enfadado». Coincide en que «España es un país de países y una nación de naciones» y en que Rajoy «fabrica independentistas» a expuertas. Pero apuesta por «hacer del derecho a decidir el momento de decidirlo todo» y reclama un «proceso constituyente».

Se encara entonces: «No acepto lo que dice Iceta». El líder del PSC había defendido que la Constitución es lo mejor que le ha pasado a España en 300 años. Y Monedero tacha con vehemencia de «ceguera» comparar «lo que existe con lo que debería haber existido». Iceta, por alusiones, toma la palabra: «No puedo comparar lo que fue con lo que pudo haber sido y no fue, me considero incapaz». Y asegura que hacer tabla rasa de todo puede ser «sugestivo», pero irreal. «Si no cambiamos la Constitución, no resolvemos el problema. Aún desde la discrepancia, es bueno que arriesguemos y avancemos», receta.

El PSC marcó ayer la agenda del PSOE en Madrid de la mañana a la noche. Y es que a primera hora fue el candidato socialista a la alcaldía de Barcelona, Jaume Collboni, el protagonista de un desayuno informativo arropado por Pedro Sánchez, y por sus dos hombres fuertes en Ferraz y el Congreso, César Luena y Antonio Hernando, más otros compañeros del PSC como Teresa Cunillera o Álex Sàez, o el delegado de la Generalitat en Madrid, Josep Maria Bosch. Collboni desempolvó el viejo sueño de Pasqual Maragall de trasladar el Senado a Barcelona, «la capital de un país que se considera en gran medida nación». Y esgrimió la propuesta de reforma federal de la Constitución que abandera Sánchez, pero fue tres pasos más allá al reclamar plasmar «una España que reconozca el papel de cocapitalidad de Barcelona», para que de manera «formal o plástica» asuma «la plurinacionalidad del Estado».

A algún dirigente del PSOE se le debió atragantar el cruasán. No tardó en replicar el madrileño Tomás Gómez, que descartó la doble capitalidad: «Me parece absurdo». Y tras la reunión de Sánchez con su ejecutiva federal, fijó posición, por parte del PSOE, la catalana Meritxell Batet: la cocapitalidad es más «una cuestión simbólica» que algo para fijarse en la Constitución o en una ley. Lo que sí entra dentro de la «concepción federal» es que todas las estructuras o instituciones del Estado no se concentren en Madrid. «El Estado debe tener presencia en toda España». Y punto.

(Juan Carlos Merino, La Vanguardia, 25 de noviembre de 2014)