ActualidadOpinión
La incertidumbre que supone el proceso soberanista añade más problemas a una situación frágil de por sí. Hoy es el momento de la honestidad intelectual en la explicación de los problemas que afrontaría Catalunya de producirse una secesión no pactada. En especial, acerca de las consecuencias de la salida del euro y de la UE

El proceso avanza, se aleja cualquier solución razonable y los mercados que nos financian comienzan a tentarse la ropa. Primero fueron Barclays, Merril Lynch y JP Morgan, y ahora es la agencia Fitch, los que han destacado las consecuencias de los posibles escenarios del conflicto Catalunya-España. En especial, Fitch ha advertido de la salida de capitales que podría generarse en Catalunya, y de los negativos efectos sobre la estabilidad financiera, de España y Catalunya, si no se encuentra una salida sensata.

Aquellos que han minusvalorado las consecuencias de una ruptura traumática deberían opinar ahora. ¿Creen que esas instituciones son agoreros incompetentes?, ¿profetas de la catástrofe? Lo cierto es que, simplemente, destacan la creciente incertidumbre de un conflicto que añade más problemas a una situación muy frágil de por sí.

Hoy es el momento de la honestidad intelectual en la explicación de los problemas que afrontaría Catalunya de producirse una secesión no pactada. En especial, acerca de las consecuencias de la salida del euro y de la UE. Porque ello significaría el abandono de la protección que nos ha permitido sobrevivir desde el 2012, tanto para el sector financiero como para la financiación de la deuda. En el ámbito bancario, por el canal de crédito que suministra el BCE a cualquier institución. En el de la deuda, por la reducción de las primas de riesgo y, por tanto, del coste de la financiación del sector público y del privado (hogares, empresas y banca, que también se financia en los mercados). La existencia del fondo de rescate europeo (MEDE) ha sido el primer baluarte que ha estabilizado la deuda y reducido las primas de riesgo y el riesgo-país. Y a él se ha añadido el activismo del BCE y, entre sus acciones, el anuncio de compra de deuda pública si un país demanda el rescate a la UE (las OMT de Draghi). Este es el círculo de soporte que ha permitido, y nos permite, la lenta recuperación en la que nos encontramos.

Los partidarios de la independencia aquí y ahora deberían explicar cómo substituirían estos esquemas de protección. Y, sin ellos, qué pasaría con la financiación de la banca y, en especial, con los tipos de interés. Hoy se encuentran en mínimos históricos, lo que permite mantener desactivada la bomba de deuda (privada y pública) que se esconde bajo nuestros pies, tanto en Catalunya como en España. Pero ahí está, aunque no lo parezca. Por ejemplo, el crédito al sector privado en Catalunya se sitúa en el 150% del PIB. Eleven ustedes substancialmente su coste, y ya me dirán lo que nos aguarda.

Algunas proclamas, que entusiasman con facilidad, sirven como propaganda política. Pero lo peor que se puede hacer, hoy y siempre, es creerse la propia propaganda. Se acerca la hora de la definición, y el momento de decirle la verdad al país. Y esta, lamentablemente, no es otra que la que comienza a apuntar Fitch. Tomen nota, no será la única advertencia.

(La Vanguardia, 17 de noviembre de 2014)