Con el tsunami soberanista, muchos catalanes nos hemos quedado huérfanos de voto. Los que seguimos sin ver en la independencia la solución, necesitamos que un partido de ámbito estatal –y con fuerza suficiente para gobernar– lleve en su programa electoral para ganar en España una serie de puntos dedicados a Catalunya. Puntos que incluyan el reconocimiento de la singularidad catalana, el respeto absoluto a su cultura y su lengua, una mayor autonomía económica que no tiene por qué significar insolidaridad con el resto de España
He visto a Mariano Rajoy hablar con orgullo de los dos tercios de catalanes que no votaron el 9-N. Le ruego, señor Rajoy , que no saque pecho con mi abstención. El único que me dio motivos para ir a votar fue usted. El gran motivo que me llamaba a ir a las urnas era votar contra sus prohibiciones. Pero estoy cansado de votar en contra de algo. Quiero votar a favor.
Igual solo es cabezonería, pero llegué a la conclusión de que participar en el 9-N significaba muchas cosas, algunas de ellas muy nobles, pero también significaba hacerle el juego a otro Gobierno, el catalán, con un president Mas merecidamente pletórico, pero que a mi modesto entender ha conseguido el milagro del aplauso tras una insatisfactoria gestión política, camuflada por una valentía ante España inédita en un líder convergente.
Creo que los que dicen que el 9-N se votó masivamente «a pesar de las circunstancias adversas» llevan razón a medias. Señor Rajoy , que se votó masivamente es indudable. Entre otras cosas porque ya hay muchos catalanes que no es que sientan lejanía respecto a España, es que ya no sienten nada respecto a España. Pero discrepo en que las circunstancias de la votación alternativa fueran adversas: eran las mejores para movilizar el voto. No hay nada que ahora nos ponga más a los ciudadanos que votar contra el poder, contra la prohibición. Y eso les pasó a unos cuantos catalanes aquel domingo.
Señor Rajoy , le agradezco que el 9-N no enviase a nadie a llevarse urnas como sé que le reclamaban algunos de los suyos. Pero, a pesar de ese detalle, con usted gobernando en Madrid el acercamiento entre Catalunya y España es imposible, y menos en año electoral. A usted ya solo le queda la firmeza ante Catalunya para seducir a parte de su electorado, la gran mayoría asqueada por sus constantes escándalos de corrupción y unas políticas fatales para los que menos tienen.
La otra España posible
Pero sepa que este es el escenario ideal para el independentismo catalán. Mostrar que el poder en España lo tienen aquellos que simbolizan la España más retrógrada, la de la ley Wert, la que prohíbe que Sánchez Piñol presente un libro en una embajada holandesa, la que compensa a ACS por paralizar Castor (por cierto, una indemnización que sí que es herencia del Gobierno socialista).
Pero, díganme iluso, no creo que esa España sea mayoritaria, aunque hace tres años le diese una mayoría aplastante al PP. Estoy convencido de que hoy ya no sería así. Aunque por más que yo esté convencido, los catalanes necesitamos hechos. Necesitamos que alguien nosdemuestre que otra España es posible. Como aquella que gritaba desde la Puerta del Sol el 27-M del 2011 en solidaridad con los catalanes que estaban siendo desalojados a palos por los Mossos d’Esquadra a las órdenes del conseller independentista Felip Puig.
Con el tsunami soberanista, muchos catalanes nos hemos quedado huérfanos de voto. Los que seguimos sin ver en la independencia la solución, necesitamos que un partido de ámbito estatal –y con fuerza suficiente para gobernar– lleve en su programa electoral para ganar en España una serie de puntos dedicados a Catalunya. Puntos que incluyan el reconocimiento de la singularidad catalana, el respeto absoluto a su cultura y su lengua, una mayor autonomía económica que no tiene por qué significar insolidaridad con el resto de España. Y por supuesto que no se olvide del derecho a decidir. Y que ese derecho no se quede en decidir solamente cuestiones territoriales.
La travesía socialista
De los partidos tradicionales, esas propuestas ya las recoge Iniciativa-Izquierda Unida en su programa. Los partidos de gobierno que más se acercaron, cuando todavía no se hablaba de derecho a decidir, fueron el PSC y el PSOE de Maragall y Zapatero, pero la cosa acabó como acabó y hoy los socialistas siguen su travesía del desierto tanto en Catalunya como en el resto de España, con una mochila llena de corruptelas y promesas incumplidas.
Ese programa electoral ambicioso y de riesgo lo tiene que asumir otro partido que pueda ganar. Porque si con ese programa gana en unas generales significará que otra España es posible. Si se quiere seducir a Catalunya desde España –algo fundamental para que la izquierda gane unas elecciones generales, si no que se lo pregunten a Zapatero– es obligado que un partido de ámbito estatal y con posibilidades de gobernar apueste por el reconocimiento de que los catalanes quieren votar, entre otras cosas, cómo tiene que ser su encaje en España. Es evidente el riesgo que asumiría ese partido: que los catalanes voten y decidan que quieren independizarse, incluso de esa España. Entonces ese partido tendrá que aceptarlo. Incluso igual tendrán que dimitir sus responsables.
Pero si por casualidad ese partido, con ese programa para toda España, gana unas generales, y cumple su promesa de hacer un referéndum legal, y en ese referéndum los catalanes deciden que no se quieren independizar –cosa que tampoco habría que descartar– el aval que conseguirán será el más solvente de todos los posibles, pero sobre todo el más democrático.
El miedo y el riesgo
El día que aparezca ese partido –o coalición de partidos– dispuesto a arriesgar y a cumplir ese programa electoral, muchos catalanes dejaremos de estar huérfanos de voto. Pablo Iglesias decía el sábado: «Sabemos que va a ser difícil, pero no tenemos miedo». Pues si de verdad no tienen miedo, si de verdad se creen lo de la nueva política, que arriesguen. También con Catalunya. Que se mojen más y con más claridad de lo que lo han hecho hasta ahora. Sé que no es fácil. Pero llegados a este punto, creo que es de las pocas opciones que quedan para que Catalunya no se vaya.
(El Periodico, 17 de noviembre de 2014)