Hoy superamos una cita equivocada, un ultimátum fijado para llegar, divididos, a ninguna parte
Ha llegado el gran día y yo sin ánimo. Nada. Vamos que no me presento. Que antes me caso…
-¡Usted es un mal catalán!
Malo no, peor. Tanto que en cuanto hagan la lista negra definitiva me presento voluntario, trinco la indemnización y me voy a Madrid a respirar el aire de la sierra, a comer churros de madrugada en el pasaje san Ginés y a reventar actos en el Ateneo.
-Y antidemócrata.
No lo saben ustedes bien: hoy lo último que haría es votar. ¡Que me quiten lo votado y lo decidido! Total, si dicen que no nos dejan y llevo años votando, ¿que más da que vote hoy o me vaya a comer unas bravas en el Tomás después de ver al Europa?
-Usted es un sinvergüenza.
Y más que lo sería.
-Su título de periodista catalán…
No tengo título de periodista catalán pero tuve, estivalmente, una novieta de Manresa que era preciosa y se llamaba Ana. Vivía en el centro y digo yo que si la capital de Catalunya termina siendo Manresa igual me avala (o no, porque las exnovias…¡a saber si declararía que «solo pensaba en jugar a fútbol en la playa y tocarme las tetas»!). Menos mal que el título me lo dieron en la Universidad de Navarra y estoy a salvo de que un tercio del claustro vote sobre retirarme la licenciatura, como hacen en Girona, otro indicio del talante liberal de la peña.
-Hay que tomar Barcelona.
En eso estamos de acuerdo. Ya basta de que el Ayuntamiento tenga que financiar de tapadillo a las comarcas cuya «marcha sobre Barcelona» del 2012 fue premonitoria. Tomen ustedes Barcelona y su marca -que cotiza más en el mundo que la de Catalunya- , retiren del callejero a Francisco de Quevedo y conviertan el Molino en el templo de las plumas catalanas.
-¿Ha visitado el museo del 1714?
Yo tiro mi dinero, pero no el suyo, en algunos bares del Born después de un bocadillo en el Sagas y en cuanto puedo embauco a alguna despistada con lo de que «Catalunya is not Spain» o «Catalonia is Spain» -segun convenga- y mi casa es un palacio.
-Usted falta al respeto.
Espero que no. Y si lo hago, ya me indultarán porque, al fin y al cabo, los otros catalanes somos insignificantes y si nos rebuscan hallarán, como es mi caso, apellidos sospechosos, abuelos de Teruel y aún pulsaciones sexuales insólitas (¿han subvencionado ya algún estudio sobre la sexualidad en la nueva Catalunya? ¿Vamos a un modelo de país de folleteo libertino o puramente demográfico?).
-Usted dice tonterías.
Y muchas. Son tonterías del que cree que la vida son dos días y no siempre de verano, chorradas del que anda saturado de épica, grandeza, solemnidad, Historia, oráculos y el 9-N, cita equivocada que hoy superamos, un ultimátum fijado para llegar, divididos, a este punto de ninguna parte.
Así no se puede vivir…
(La Vanguardia, 9 de noviembre de 2014)