Fue un error político que Artur Mas siguiera al frente de CiU después de haber perdido doce escaños en las elecciones del 2012 en las que pedía una mayoría excepcional. Perdió las elecciones y se comportó como si las hubiera ganado. A partir de ese momento se entregó a Oriol Junqueras y a la ANC, que le dictan la agenda y le marcan los tiempos. No sabemos qué ocurrirá en los próximos meses a tenor de la falta de claridad sobre cuáles son los planes del president Artur Mas y de sus aliados para votar el día 9 de noviembre. El 9-N es importante, pero lo es más el día 10 y los siguientes
La corriente voluntarista sigue arrastrando la política catalana hacia posiciones inciertas en un juego en el que la racionalidad no es siempre la norma general. No sabemos qué ocurrirá en los próximos meses a tenor de la falta de claridad sobre cuáles son los planes del president Artur Mas y de sus aliados para votar el día 9 de noviembre. El 9-N es importante, pero lo es más el día 10 y los siguientes.
Los regateos a corto y medio plazo de Artur Mas se contraponen a la seguridad sin límites que exhibe el Gobierno del Partido Popular, como si todo fuera cuestión de leyes que hay que cumplir de forma inexorable. El conflicto planteado entre Catalunya y España no se ha abordado desde la política, sino desde el oportunismo voluntarista, por una parte, y por una confianza desmesurada en un golpe de Constitución que pondrá a todos firmes y se acabará el problema, por otra.
Artur Mas nos habló desde lo alto del castillo de Cardona, la última resistencia austriacista en la guerra de Sucesión de 1714, de cuatro actitudes que va a seguir su Gobierno en los azarosos tiempos que vienen. Mencionó la determinación, la firmeza, la habilidad y la astucia. Me sorprendió que incluyera la astucia, una actitud que no se centra en la verdad, sino en cómo sortearla para conseguir un objetivo que no tiene por qué ser ilegítimo. Hay políticos astutos, ciertamente, pero no son los que se convierten en referencia para las generaciones posteriores.
Hace tiempo que Artur Mas no invoca las metáforas marítimas, pero su inicio del segundo mandato estuvo repleto de un imaginario jalonado de vocabulario y de referencias a mares y océanos. Recordemos que nos iba a conducir a Ítaca, seguramente de la mano de sus Ulises particulares, sus pensadores, que al igual que el mítico héroe de la Ilíada y de la Odisea, eran los intelectuales orgánicos que buscaban salida a la guerra de Troya.
Es sabido que Agamenón le pregunta a Ulises cómo puede conquistar Troya después de varios años de luchas estériles y de muchos muertos en la explanada que Homero describe con precisión a los pies de las murallas de Troya. Ulises se inventa la idea del caballo como una señal inequívoca de la superioridad de la inteligencia sobre la fuerza.
Su sugerencia triunfa y Ulises desaparece prácticamente de la historia de la Ilíada y se despreocupa de la suerte que puedan tener los hijos de Príamo. Empieza la Odisea de la que él es el principal protagonista. Se dedica a navegar varios años viviendo aventuras muy interesantes que cuestan la vida a la mayoría de sus acompañantes y, al llegar a Ítaca vestido de mendigo, acaba con todos los pretendientes de Penélope y protagoniza una auténtica carnicería entre sus antiguos compatriotas.
El poeta alejandrino Kavafis lo resumió en uno de sus versos: «Ítaca te brindó tan hermoso viaje, sin ella no habrías emprendido el camino, pero no tiene ya nada que darte». La historia de Ulises en su versión homérica no es la de un pueblo redimido, sino la de un individuo que inventa la fórmula para ganar la guerra a los troyanos y luego se dedica a sus propias aventuras. Muchas críticas a lo largo de los siglos han asociado a Ulises con la astucia.
David es un ejemplo testamentario de la astucia ante el gigante Goliat, al igual que Jacob lo es ante Esaú.
Pero estas figuras legendarias ya no sirven en la historia moderna y contemporánea. Puedo compartir la determinación, la firmeza y la habilidad como rasgos sólidos para hacer política. Pero cuando se recurre a la astucia se entra en una zona de incertidumbre, que es donde me parece que está conduciendo Artur Mas a Catalunya. Que a poco menos de cincuenta días del 9-N la indefinición sea la norma, encuentro que es una falta de responsabilidad. Tenemos derecho, porque vivimos en una sociedad democrática, a saber cómo se llevará a cabo la consulta y también las prevenciones que existan en caso de que Rajoy la impida.
No imagino cómo se puede frenar el referéndum sin que haya una confrontación de alto voltaje entre España y Catalunya. Incluso aunque coincidiera la consulta el mismo día con unas elecciones anticipadas, plebiscitarias o no.
Decía Mao que la revolución no es sobre el precio de las sandías. La secesión, aunque sea por vías democráticas y pactadas como el caso de Escocia, deja víctimas políticas por el camino. Alex Salmond ha dimitido y me atrevo a vaticinar que la vida política de David Cameron al frente del Gobierno británico no llegará a las próximas elecciones. Incluso los laboristas que han defendido con mucha eficacia y pasión la unión de Escocia al Reino Unido están peleados en el congreso que se celebra estos días en Manchester.
Fue un error político que Artur Mas siguiera al frente de CiU después de haber perdido doce escaños en las elecciones del 2012 en las que pedía una mayoría excepcional. Perdió las elecciones y se comportó como si las hubiera ganado. A partir de ese momento se entregó a Oriol Junqueras y a la ANC, que le dictan la agenda y le marcan los tiempos. Son las leyes inexorables de la política parlamentaria, que da el privilegio de gobernar a quien cuenta con una mayoría en el Parlament y puede aprobar las leyes sabiendo que reciben el apoyo de su partido o de las alianzas establecidas. La novedad es que el gran aliado de Mas es también el jefe de la oposición.