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“Lo que sufre Iglesias de forma persistente y continuada, como lo que padeció Sáenz de Santamaría en su día aunque fuera más puntual, no es tampoco un escrache. Es un abuso. Un acoso. Es la utilización perversa de los mecanismos democráticos que amparan la libertad de manifestación y expresión, retorciéndolos, para practicar el hostigamiento a un representante público.”

No son escraches (La Vanguardia. 21 de agosto de 2020)