Espacio Opinión

Desde que Quim Torra tomó posesión de su cargo como presidente de la Generalitat, ha repetido varias veces que «la voluntad popular es la que lo decide todo».
Es decir, que los anhelos independentistas que tiene una parte de la sociedad catalana se harán realidad porque una fracción de esta comunidad así lo desea. Más allá de los límites legales que toda sociedad tiene y que estaría bien que Torra hiciera referencia en alguna ocasión, los términos identitarios en los que habla muestran que poco le importan las visiones que tienen el resto de conciudadanos que no comulgan con sus deseos e ideales políticos. En todo caso, sin embargo, estos días de confinamiento las palabras de Torra sobre «la voluntad popular» han sobrevolado mi mente viendo la mayoría de balcones cada noche. Eran y son aplausos transversales hechos por independentistas, constitucionalistas, federalistas, confederalistas … Afortunadamente, aplaudir es una acción que todo el mundo hace de la misma manera y no hay ni ritmos ni formas de mover las manos para saber si lo hacen los independentistas o bien otro grupo político. Perdería toda la gracia, si es que así se le puede llamar, que un colectivo de una ideología determinada animara a sus seguidores a aplaudir de una forma o de otra. En este sentido, es de agradecer que haya un consenso tan amplio en el agradecimiento a los sanitarios, enfermeros, dependientes de supermercado, transportistas … Al mismo tiempo, esta acción, que ya estamos convirtiendo en cotidiana, es inclusiva y no excluye o no pretende excluir ninguno de los colectivos que trabaja para que el resto de la ciudadanía pueda estar en su hogar confinada.

Se hace difícil de entender, escuchando y viendo los aplausos de estos días, que Quim Torra no respete la voluntad popular mostrada cada tarde en los balcones. Los aplausos de cada noche evidencian que la inmensa mayoría de ciudadanos le es indiferente qué sanitarios han salvado la vida de su abuelo o de su abuela, si la enfermera que lo ha dado es de prácticas o tiene treinta años de experiencia, o si el hospital de campaña ha sido construido por militares. Pero, sin embargo, a Quim Torra y miembros de su gobierno sí les importa si el hospital de campaña de un municipio determinado ha sido construido por la Guardia Civil o por las Unidades Militares de Emergencia. Ponen el máximo de impedimentos en una situación compleja y límite del sistema sanitario catalán y donde no hay que perder de vista que detrás está en juego la vida de personas. La colaboración y entendimiento entre los diferentes actores políticos que destilan los aplausos son devueltos, en la mayoría de las ocasiones por parte del gobierno catalán, en forma de exclusión, sectarismo y desprecio en su acción política. Si la voluntad popular lo decidiera todo, hace días que el gobierno catalán habría facilitado la tarea de los militares en diferentes municipios como Sabadell o Sant Andreu de La Barca. «La voluntad popular» de los aplausos de remar todas las administraciones públicas en la misma dirección y de poner todos los recursos y medios, también la UME y el ejército, no ha llegado a Palau. Y por una razón: sólo respetan «la voluntad popular» cuando les interesa y les conviene. En Palau actualmente trabajan por dos cosas: desgastar al gobierno central y utilizar cada una de las ruedas de prensa como un arma electoral. Para mantenerse en el poder con el pretexto de que, «la voluntad popular, que lo decide todo», es la independencia de Cataluña.