Tengo la suerte de formar parte de la primera generación que no ha sufrido ninguna guerra. Dicen que la pandemia del covid-19 es como si lo fuera y un nuevo lenguaje de guerra se ha incorporado a las pantallas de TV. Pero para los que hemos tenido comida cada día de nuestra vida, la pandemia sólo se aproxima ligeramente. Personalmente, me siento una privilegiada por no haber enfermado.
Cada día, a las 8 en punto salgo a aplaudir a los que se juegan la vida por mí y agradezco al vecino del otro lado de la calle que nos recuerde a todos la hora de los aplausos, poniendo a gran volumen el «Nessun dorma», que en italiano significa «Qué nadie duerma». Esta es un aria del acto final de la ópera de Turandot, de Puccini, ambientada en la China milenaria. Narra la historia de la princesa Turandot, que en venganza por una antepasada violada, decapita a sus pretendientes si no le responden 3 acertijos. Un príncipe se postula respondiendo los tres enigmas y desafiando a que sea ella la que averigüe su nombre. Turandot ordena que nadie duerma en Pekín hasta que se sepa el nombre del atrevido pretendiente.
Me ha parecido un buen símil, en forma de cuento, que nos ayuda a estar alertas y no bajar la guardia, hasta que no seamos capaces de controlar la situación, es decir cuando nadie más muera por esta causa. Lo conseguiremos con la solidaridad de todos, con las armas de la ciencia y los recursos de la buena política, que no es más que la que utiliza el poder en beneficio de sus ciudadanos.
Mireia Esteva (Barcelona), Bióloga, ex consultora de OPS.