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«El triste resultado es la herida nacional más profunda desde el fin de la guerra civil. El desprecio, cuando no el odio, ha crecido entre territorios y ciudadanos. Se nos ha llenado el país de traidores, y los nacionalismos (vestidos con distintas palabras) se han apoderado de la vida política y han viciado el debate hasta la estulticia total. Hay que estar muy confuso para denominarse socialista y feminista y votar en contra de la coalición progresista.

Ahora tenemos la oportunidad de reparar tanto daño. Será difícil. Las banderas no tienen cuerpo ni alma, pero siempre están hambrientas. Ojalá dejemos de alimentarlas y pongamos a las personas en el centro de los esfuerzos.»

El hambre de las banderas (El Periódico, 7 de enero de 2020)