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“Por eso el nacionalismo es incompatible con la democracia: porque, cuando se trata de elegir entre la democracia y la nación, elige siempre la nación. Para los políticos separatistas en el poder, los catalanes no somos quienes vivimos y trabajamos en Cataluña, sino sólo quienes, además, son buenos catalanes, fieles a la patria y votan lo que hay que votar. Los demás no somos catalanes, no contamos, no existimos; basta ya de hacerse ilusiones: probablemente nunca lo fuimos, nunca contamos, nunca existimos. Esto es lo que escondían las proclamas unanimistas del procés (“Un sol poble”, “Els carrers seran sempre nostres”), los disciplinados desfiles de cada 11 de septiembre y la sonrisa de la revolución de las sonrisas: una traición descomunal.”

La gran traición (El País Semanal, 16 de junio de 2019)