Cambiar las normas electorales con una ley de desconexión puede abrir una crisis política mayúscula. La oposición se quejaría por un cambio irregular, a la medida de una mayoría parlamentaria que no tiene un respaldo proporcional equivalente entre los votantes. Y si no hay consenso acerca de las reglas de juego, difícilmente se aceptarán los resultados. «Transitoriedad problemática» (El Périodico, 13 de septiembre de 2016)