Opinión

Artur Mas instalado en el confort de la sala de máquinas de su partido, se dedica a matizar, reconvenir y proponer, incluso en sentidos muy distintos a los que defendía cuando estaba en el poder. La política catalana lleva ya demasiado tiempo abandonada al consignismo más desatado, al esloganismo más insustancial o, si se prefiere, a una dinámica en la que una nueva formulación publicística, más o menos eficaz, sustituye a la anterior sin que medie justificación alguna de la mudanza ni nadie se sienta obligado a reclamar explicaciones por ella. “‘Que n’aprenguin!’” (El País, 26 de marzo de 2016)