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El catedrático de Ciencia Política de la Universidad de Santiago de Compostela, Ramón Máiz, es autor de una nueva edición de estos textos clásicos del federalismo en los que dedica un reconocimiento especial a Federalistes d’Esquerres en su prólogo. A continuación reproducimos una reseña de Carme Valls-Llobet a esta nueva edición de una obra que aboga por un sistema de convivencia que se enfrente a todo tipo de totalitarismos y al sistema jerárquico y unitario de gobierno

El federalista, publicado en 1788 en forma de libro, es una recopilación de los artículos periodísticos que defendieron la ratificación de la Constitución federal para Estados Unidos escritos por tres de las principales figuras en la campaña a favor de la misma: Alexander Hamilton, James Madison y John Jay –bajo el pseudónimo de Publius. En ellos no solo se ofrece el el análisis más serio del texto constituyente estadounidense, sino también la expresión filosófica más ampliamente respetada de su pensamiento político en el momento fundacional de los Estados Unidos, constituyéndose como la obra de teoría política más distinguida e influyente que se ha escrito tras la Declaración de Independencia en 1776.

El 17 de Marzo de 1788 se publicó la primera edición de una colección de artículos aparecidos en los periódicos de Nueva York, bajo el título de “El Federalista” con el deseo de sus autores de que “resulten útiles para formar el juicio del público respecto a la perentoria cuestión de la Constitución para los Estados Unidos, sometida estos días a la consideración del pueblo de América.” La traducción de estos artículos y las notas realizados por los profesores Daniel Blanch y Ramón Máiz, así como el excelente estudio preliminar del profesor Máiz, nos introduce plenamente en el contenido de los debates que se realizaron previamente entre los Constituyentes y la ciudadanía y los diversos matices que generaron las discusiones entre Madison y Hamilton. Decían: “Nuestro mayor deseo es promover la causa de la verdad y favorecer un juicio correcto sobre los verdaderos intereses de la Comunidad”.

La constante preocupación de los constituyentes fue la de generar un sistema de convivencia que se enfrente a todo tipo de totalitarismos, y al sistema jerárquico y unitario de gobierno: “el sistema federo-republicano de gobierno se deriva de que, mostrándose más eficaz contra los peligros externos, proporciona asimismo una mayor seguridad interna contra la formación de mayorías opresoras.” Los constituyentes trabajaron de lleno en las fórmulas que permitieran una máxima Representación, deliberación y participación, analizando a fondo las diferencias entre la democracia deliberativa y la asamblearia, con una sorprendente claridad de argumentos que quizás necesitemos en este momento en España.

Madison se enfrentaba al concepto presidencialista y elitista que defendía Hamilton. La cultura federal se basa en el control popular y es el conjunto de valores y actitudes que favorecen el buen funcionamiento de una federación. Por un lado la unión natural de la ciudadanía a sus estados respectivos, y por otro los lazos que vinculan a los estados con la Unión. “Es precisamente esta doble lealtad federal traslapada, simultánea, al respectivo estado y a la Unión, la que proporciona la urdimbre cultural (axiológica pero también actitudinal) que socializa a la ciudadanía en un ethos federal indispensable para el buen funcionamiento de la maquinaria institucional de la Federación. Pero esta cultura cívico-federal suministra, además, otro elemento clave: el umbral de lo permisible en caso de invasión competencial de un gobierno sobre otros”, en palabras de Ramón Máiz.

La opinión pública y la doble lealtad federal generan una “cálido vínculo” afectivo a ambos niveles del gobierno y puentes de unión entre los estados miembros de la Unión. “En El federalista los mecanismos de control de “checks and balances” se acompañan de la necesidad de una cultura federal del pacto y la confianza, del federal compact entre los estados, que proporciona fundamento y legitimidad al entero sistema”.

El concepto de soberanía tal como se entendía en Europa fue discutido y matizado por los padres de la Constitución americana: “El gran desiderátum en lo que atañe al gobierno es una tamaña modificación de la soberanía que la vuelva suficientemente neutral entre los diferentes intereses y facciones, evitando que una parte de la sociedad invada los derechos de otra, y al propio tiempo se controle suficientemente a sí misma para no imponer un interés adverso al del conjunto de la sociedad”, dice Madison en 1787.

Damos las gracias al gran trabajo realizado por los autores que nos permiten acercarnos a unos debates que con la distancia de los casi doscientos cincuenta años que nos separan son plenamente vigentes. Agradecemos también el reconocimiento expreso que entre otros nos hace a los Federalistas de Izquierdas, y que haya dedicado el libro en memoria de Miquel Caminal in memoriam.

Carme Valls-Llobet, vicepresidenta de Federalistes d’Esquerres.