El rechazo de la Casa del Rey a recibir a la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, en lo que en último término no dejaba de ser un gesto de deferencia política tiene algo de bronco, de abrupto, y evoca un estilo más propio del partido en el Gobierno que de la Casa del Rey. La negativa llama la atención porque el momento aconsejaba extremar el cuidado, medir casi al milímetro ese tipo de gestos. «El portazo no es una opción» (El País, 13 de enero de 2016)