Los catalanes tienen derecho a que les cuenten la verdad. Que la mitad del electorado no puede imponer a la otra mitad su modelo de país. Que sin recursos para pagar nóminas y facturas, desconectar de quien las abona es misión imposible. Que la unidad soberanista no se ha roto ahora; siempre fue una impostura. Asumir que se ha prometido lo que no se podía cumplir no es tarea grata para ningún político. Pero, antes de prolongar una farsa abocada al fracaso, más valdría pasar página de este trance, elecciones mediante. «La agnosia catalana» (El Periodico, 28 de noviembre de 2015)